capítulo cuarenta y dos.

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Mateo.

Una vez que entré al salón visualicé con atención cada asiento vacío que tenía en como opción con tal de esquivar sentarme con la castaña. Bufé al ver el único banco vacío al lado de una compañera que me he chapado dos o tres veces en las famosas jodas que hacemos con el curso pero bueno, otra no me quedaba.

—¿Me puedo sentar? —pregunté interrumpiendo mientras ella tecleaba su celular, levantó su vista para mirarme y asintió con su cabeza esbozando una leve sonrisa. Descolgué la mochila de mi hombro y me senté a su lado, a ella ni siquiera le importaba mi presencia si apenas sacó su vista de mí volvió a concentrarse en su celular.

Me acomodé en mi banco y, justo cuando estaba por sacar mi carpeta de la mochila, desvié mi mirada hacia la puerta al ver la entrada de la castaña. Al observar que me encontraba alejado de nuestra cotidiana mesa, pude notar su cara de decepción y como automáticamente sus ojos comenzaban a cristalizarse. Me parecía extremadamente exagerada su reacción por una pavada, por eso al instante me puse a pensar posibles razones por las cuales podría haber reaccionado de aquélla forma al verme y todo me llevaba a una sola respuesta; se enteró de todo. De un segundo a otro mi cabeza era un tsunami de dudas y preguntas pensando en como podría haberse enterado de aquél objetivo. Mis palpitaciones estaban tan aceleradas que sentía cientos de caballos galopando en el pecho, o como si el corazón me estuviera por sobresalir de lo fuerte que latía.  

Quería hablarle, necesitaba acercarme a ella y preguntarle que le sucedía, necesitaba sacarme la culpa de encima pensando en que quizás se enteró de mi principal objetivo con ella, realmente la duda me estaba volviendo loco pero no podía hacerlo... No podía caer nuevamente, aunque la vea partiéndose en mil pedazos por mi culpa sé que si me acerco va a ser peor, le va a costar el doble olvidarse de mí.

Mientras las horas pasaban yo no podía dejar de pensar un segundo en Makeyra, saber que la lastimé por alguna razón que no logro descifrar con certeza me trae muchísima culpa.

—¿Lo hacemos juntos o no vas a hacer nada como para no perder la costumbre? —oí la voz de mi compañera que logró sacarme de mis pensamientos. Fruncí el ceño confuso sin entender de lo que hablaba y, al darme cuenta que la profesora estuvo un largo rato explicando la clase, bufé cansado.

—Perdón, no escuché una mierda ¿Me explicás? —pedí confuso, ella me dedicó una leve risa y asintió sin problema.

—Tenemos que hacer una línea de tiempo con los sucesos importantes que pasaron en... —comenzó a explicar pero ni siquiera pude dejarla terminar la oración que al instante me negué con disgusto.

—No, ni en pedo Hele, alta paja.  —respondí interrumpiéndola, ella mordió su labio inferior divertida y negó con su cabeza.

—Siempre igual, Palacios. —acotó arrancando dos hojas cuadriculadas de su carpeta para realizar dicha actividad mientras yo no podía evitar centrar mi vista en su sonrisa, era bastante bonita— ¿Se te perdió algo? —preguntó con el ceño fruncido, obviamente haciéndome burla al darse cuenta de que la estaba observando atento hacía varios segundos. Al instante desvié mi mirada para no quedar como un gato, no podría fijarme en otra piba que no sea Makeyra.

—Que linda sonrisa. —confesé esbozando un leve gesto de amabilidad, ella largó una fuerte carcajada y yo no lograba entender que le causaba tanta gracia.

—No me intentes chamuyar, me gustan las minas. —confesó largando un chasquido con su lengua apenada, alcé ambas cejas al darme cuenta de lo que estaba asumiendo sobre mí.

objetivo; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora