capítulo cincuenta y tres.

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Makeyra.

Me desperté exaltada al no escuchar el sonido molesto de la alarma pensando en que, probablemente, me habré quedado dormida. Me senté en el borde de ésta y rápidamente miré la hora en el celular; como bien imaginé, me desperté veinte minutos tarde.

Hoy fue la primer noche que pude dormir de corrido después de lo sucedido con Mateo. Hace dos días vengo durmiendo entre cortado por soñar con el morocho a cada rato y quebrar en llanto al sentirlo tan real, soy una tarada. Mi cabeza parecía estar en mi contra, realmente en estas situaciones no logra ayudarme.

Suspiré cansada al recordar que tendría que volver al colegio y cruzarme con gente que no me hace bien emocionalmente, así se me va a hacer imposible olvidarme de lo que pasó. En otra ocasión faltaría a clases, me encerraría en mi habitación en total aislamiento y lloraría a más no poder recordando la situación vivida hace algunos días atrás, pero entiendo que no me lo merezco.

Me paré de un salto y lo más rápido que pude logré ponerme la ropa del colegio, aunque estaba un poco arrugada debido a que ni siquiera me tomé el tiempo de calentar la plancha. Que agradezcan que al menos me levanto para ir a su cárcel.

Me metí al baño y en pocos minutos traté de hacer mis necesidades y prepararme para irme, claramente hice todo a las corridas porque el tiempo me pasaba volando. Me busqué la mochila y una vez colgada al hombro, salí rápido de mi casa para comenzar a caminar acelerada hacia el colegio, todo con tal de no llegar última y tener que recibir la mirada de todos mis compañeros entrando en plena clase.

-Tarde, Salcedo. -habló cansado el profesor de Ciudadanía. Agradecí internamente al encontrarme con él en la entrada, sé que no sería capaz de retarme como lo haría la mayoría de los profesores ortivas y estrictos.

-Perdón, me dormí. -pedí arrepentida, éste negó con su cabeza sin problema y con ella me indicó que entrara rápido antes de que me vea algún directivo. Le dediqué una leve sonrisa y obedeciendolo, entre apurada para dirigirme hacia mi salón- ¿Estás mejor? -escuché nuevamente la voz del mayor por detrás mío. Me frené simplemente para dar un hondo suspiro y asentí con mi cabeza, hasta los profesores saben que estoy pasando un momento de mierda, mis llantos en plena clase me delataban siempre.

-Gracias por preocuparse. -murmuré sin ni siquiera darme la vuelta, mis ojos ya comenzaban a cristalizarse y no quería que me viera en ese estado. Ni siquiera pueden preguntarme cómo estoy que quiebro en llanto, así de rota me dejaron.

Abaniqué mis ojos y seguí mi caminó con normalidad, aunque una pequeña presión en el pecho se hizo presente al recordar que tendría que verle la cara al morocho. Una vez que llegué a la puerta me mandé con rapidez tratando de pasar desapercibida, pero cerré fuerte mis ojos y me vi obligada a frenar cuando oí la autoritaria voz de la profesora.

-Tarde, Salcedo. -repitió la misma oración que el profesor de la entrada, como si yo no tuviera un reloj para darme cuenta. Me iba a dar la vuelta para responderle, pero al oír que al instante nombró a uno de mis compañeros dándome a entender que estaba pasando lista, le resté importancia a su llamado de atención para sentarme en mi lugar.

Caminé hacia mi mesa y al verla ocupada por dos compañeras, suspiré cansada para reojear algún otro asiento vacío. Consecuencias de llegar tarde; te roban el lugar.

Al ver el único asiento libre delante de Sashen refregué mi cara con mis manos y retomé fuerzas para contener las ganas de llorar, este día no puede ser peor, estoy segura.

Sin decir una sola palabra me fui a sentar al lugar previamente fichado, al menos agradezco que sea una mesa individual y no tengo que compartirla con incomodidad.

objetivo; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora