capítulo once.

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Makeyra.

—¿Falta mucho para el recreo? —consulté cansada a Valentín, quien está sentado a mi lado debido a que Sashen se quedó dormida y no pudo asistir. Él apenado asintió con su cabeza y me mostró la pantalla de su celular; apenas pasó una hora y media desde que llegamos.

Bufé al darme cuenta de la hora y levanté mi mano para llamar la atención del profesor de Arte, necesito ir al baño y lavarme un poco la cara antes de que quede desmayada del sueño. Al tener la atencion del mayor, pregunté si me deja ir al baño y éste asintió con su cabeza asi que me dirigí hacia la puerta y salí del salón.

Antes de entrar al baño me puse a recorrer un poco el colegio; pasé por los salones de cuarto, de tercero, preceptoría y seguí caminando porque lo único que veo hasta ahora son alumnos con cara de zombies y profesores escribiendo en una pizarra. La última puerta que me queda hasta llegar al baño es el baño de profesores, aunque no me interesa pasar por ese lugar tengo que hacerlo ya que al lado se encuentra el baño de alumnos. Hice algunos pasos pero me detuve cuando abrieron la puerta, no vi la presencia de alguien frente a mí así que nuestros cuerpos chocaron bruscamente.

—Perdón, no te vi. —me disculpé avergonzada, levanté mi vista para ver de quien se trataba y allí estaba el morocho frente a mí, con su remera desprolija, el cuello todo marcado, y su boca manchada con labial rojo. No quería mirarlo a la cara, rápidamente baje mi vista y traté de seguir caminando, verlo así me parte en mil pensando en cómo de un día para el otro dejó de sentir un mínimo afecto hacia mí.

Seguí caminando hasta llegar al baño, algunas lágrimas se empezaron a acumular en mis ojos así que rápidamente abrí la canilla y llené de agua mis manos para luego empapar mi cara. Sé que no merezco llorar por Mateo, pero se me hace inevitable.

Refregué mis ojos y quedé un rato con mi cara sobre mis manos, escapando de la realidad en la que estoy viviendo.

—Ah, bueno. —escuché una voz chillona por detrás mío, destapé mi cara y giré para ver de quien se trataba, aunque esa voz espantosa la reconocí al instante; Sol.

Cerré la canilla y sequé mi cara con la intensión de irme lo más rápido posible de ese lugar, pero cuando estaba por salir sentí un apretón en mi brazo de su parte, frenándome e impidiendo que siga caminando.

—¿Qué querés Sol? No tengo ganas de pelear hoy. —bufé dándome la vuelta para mirarla, ella largó una risa y se cruzó de brazos.

—¿Qué pasa?¿Estás mal por Palacios? —consultó mirándome apenada, en forma de burla— ¿Sabés que él me habló de vos? ¿Querés que te cuente que me dijo? —preguntó alzando ambas cejas, yo rodé los ojos y me di la vuelta para irme, pero no tenía idea que aquéllas palabras que estaban a punto de salir de su boca iban a destruirme tanto— "A esa virgen no la toco ni con un palo, es un asco." —confesó entre carcajadas, di vuelta la cabeza para mirarla y ella me miraba de arriba a abajo.

Salí corriendo de aquél baño, no quiero que la rubia me vea llorar y que piense que todavía me sigue afectando las cosas que el morocho piensa de mí. Me metí en Biblioteca y me senté en un rincón oscuro, miles de lágrimas comenzaron a salirse de mis ojos, y una marea de pensamientos e inseguridades comenzaron a entrar a mi mente. ¿Tan necesario para un chico es la apariencia? Siempre traté de darle lo mejor de mí, le di mi hombro para llorar, lo escuchaba cada vez que tenía un problema y siempre lo aconsejaba y trataba de ayudarlo. Fui buena con él, pero se ve que soy tan ilusa que eso hoy en día no basta. ¿Cómo iba a pensar que Mateo podría llegar a cambiar por mí? Si lo único que les interesa es un cuerpo perfecto y linda cara, estoy lejos de llegar a ser como las pibas que le gusta a los varones.

objetivo; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora