capítulo treinta y cuatro.

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Mateo.

—Tenías razón. —confesó cabizbaja mientras jugaba con los hilos que sobresalían de su short. Me hace confundir peor, si antes no entendía lo que le pasaba ahora menos.

—¿En qué tenía razón? —pregunté aún confuso, ella refregó sus ojos para luego volver a hablar.

—Luciano terminó siendo esa mierda que vos siempre me dijiste que era. —explicó tapándose la cara para llorar con un poco más de fuerza, aunque en estos momentos me gustaría tenerlo al castaño en frente para simplemente molerlo a golpes, me parece mucho mas importante estar al lado de Makeyra para contenerla.

—¿Qué te hizo Key? —pregunté acariciando su muslo para tranquilizarla, ella no paraba de llorar un segundo, la hirió tanto que ni siquiera puede hablarme del tema.

—Me usó y me descartó como si fuese basura. —murmuró con angustia mientras secaba su rostro con sus manos, aunque aún no paraban de caerle las lágrimas— ¡Soy una pelotuda de mierda! —largó con bronca para luego darse un fuerte golpe en la pierna para descargarse.

—¡Key, no te golpees! —pedí alzando un poco la voz, no para retarla, sino que fue el tono que me salió al ver aquélla reacción. La abracé nuevamente por el cuello y la atraje hacia mi pecho para calmarla, aunque lo veía como una misión imposible— El pelotudo es él por no valorarte, fuiste mucho para él Key, no se merecía ni un poco de todo el cariño que le diste. —dije acariciando su pelo, al estar pegado a su cuerpo podía sentir lo fuerte que le latía el corazón— Pero tratá de calmarte amor, el corazón te va a mil por segundo. —pedí con preocupación, ella con su rostro hundido en mi cuello negó con su cabeza.

—Te juro que no puedo. —murmuró entre sollozos, largué un suspiro pesado debido a la desesperación de no saber como calmarla.

 —No sé que hacer. —confesé por lo bajo, mis ojos ya comenzaban a cristalizarse al pensar que tenía entre mis brazos a una de las personas más importantes que tengo y no sabía como ayudarla. Ella suspiró hondo e hizo un silencio de algunos largos segundos, me alivié al sentir que de a poco estaba tranquilizándose.

—No me sueltes más. —pidió en modo de respuesta, logró hacerme largar una leve risa por la ternura que me generaba dicha frase.

—Te amo muchísimo mi chiquita, me desespera un montón verte así. —murmuré apoyando mis labios sobre su cabeza durante algunos segundos en un beso. Ella luego de dicho acto, se separó de mi cuerpo para mirarme a la cara con una leve sonrisa a boca cerrada. Aunque sus ojos seguían un poco llorosos e hinchados, que me haya dedicado ese pequeño gesto me alegró el alma, es hermosa en todos los sentidos y cada día lo confirmo mas.

—Gracias por estar después de todo lo que pasó. —musitó con los ojitos brillosos, pero no era por estar llorando. Su mirada había vuelto, el brillo de sus ojos y su sonrisa nuevamente se hicieron presentes después de tanto tiempo, me alegra poder causar todo eso en ella en un momento complicado.— Yo te traté para la mierda y aún así te seguís preocupando por mí, no te merezco ni un poco. —dijo apenada y un poco culpable mientras fijaba su vista hacia el piso, fruncí el ceño ofendido al escuchar aquélla oración

—¿Qué decís, ey? Vos mereces todo el amor que recibís, porque sos una personita hermosa y llena de luz. —dije con el ceño fruncido y formando un puchero en mis labios, logré hacerla reír levemente mientras mordía su labio inferior.

—Sos hermoso, gracias por darme tanto amor. —habló abalanzándose nuevamente a mi cuerpo, pero esta vez se relajó sobre mi pecho a diferencia de lo angustiada que estaba hace algunos minutos. Comencé a acariciar su pelo suavemente mientras ella, al sentir el tacto de mis manos, sonreía. Quedamos unos cuántos segundos así, en silencio pero relajados ambos por sentirnos mutuamente, aunque... mi silencio era debido a que no sabía como preguntarle sobre lo sucedido con Luciano, aunque me contó muy por arriba lo que él le hizo, aún no logro entender que logró dejarla en ese estado.

objetivo; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora