capítulo final.

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Mateo.

Suspiré cansado al ver que el rayo de sol comenzaba a pegar en la ventana de mi habitación. Ya estaba amaneciendo y lo único que hice en toda la madrugada fue llorar y fumar como vengo haciendo hace días, mis ojos me piden a gritos que descansara un rato pero mi cabeza se encarga de tirarme tanta mierda de tal forma que ni siquiera me permita dormir una hora.

—¿Qué onda amigo? —escuché la voz de mi mejor amigo entrando por la puerta de mi habitación y tomándome por sorpresa.

—¿Qué hacés acá? -pregunté confuso mientras trataba de secar un poco mis ojos para disimular mi estado, aunque con él es imposible.

—Cambiate que tenemos que ir al colegio, dale. —me apuró abriendo las ventanas con total confianza, como si fuese su casa.

—¿Qué hacés Valentín? No voy a ir, cerrá. —pedí con el ceño fruncido mientras que con mis manos trataba de tapar la luz del sol que me encandilaba.

—¿Qué no vas a ir, boludo? Otra vez no dormiste un carajo y hasta la otra cuadra se siente el olor a porro que hay acá adentro, llega a entrar tu viejo o Emi y se te pudre todo. —me retó levantándome del piso de un tirón de brazo, me asustaba bastante enfrentarlo, después de la última piña que me metió ya me da miedo hacerlo enojar.

—¡Me quiero quedar acá Valentín! ¡¿No entendés que estoy echo mierda?! —grité con bronca mientras lo empujaba hacia atrás con fuerza— ¡No quiero salir, me voy a quedar acá encerrado fumando hasta que me muera, y ojalá sea pronto porque te juro que sino me voy a terminar matando! —largué sin filtro mientras mis ojos comenzaban a cristalizarse, las palabras tan crudas utilizadas tensaron el rostro de mi amigo, esas frases tan irónicas él siempre se las toma con total seriedad.

—¿Qué decís, pelotudo? —largó dándome un pequeño correctivo en la nuca con fuerza— ¿Cómo vas a decir una cosa así Mateo? La puta madre, boludo. —habló preocupado mientras me abrazaba con fuerza por el cuello— No digas esas cosas, no vas a hacer nada. —murmuró mientras me aferraba más a su cuerpo con fuerza.

—Te juro que estoy harto Valentín, no aguanto más. —sollocé mientras que mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, él me abrazó con mas fuerza y llevó una de sus manos a mi nuca para atraer mi cabeza a su cuerpo— No puedo parar de hacerme la cabeza, la hija de puta se la pasa haciéndome mierda y tirándome abajo con comentarios del orto que no me ayudan un carajo. —largué refiriéndome a la cantidad de pensamientos que estuvieron atormentándome debido a la última charla de despedida que tuvimos ayer con la castaña.

—Vas a estar bien boludo, calmate. —trató de tranquilizarme mientras sobaba mi espalda apenado, lo único que logró es hacerme enojar el doble. Aunque a esta altura no sabía si el enojo me lo provocaba mi amigo o mi cabeza.

—¡¿Cómo mierda voy a estar bien Valentín, cómo?! —grité ya harto mientras me separaba de su cuerpo— La hice mierda, la usé como si fuese un pedazo de carne y después la deje como un trapo de piso boludo, ¡la concha de tu madre! —largué con furia mientras refregaba mi cara con fuerza— Soy la peor mierda Valentín, me voy a terminar quedando solo por hijo de puta. —largué esta vez entre sollozos, este en modo de respuesta me abrazó con fuerza mientras yo no podía calmar mi llanto un segundo.

—Si de verdad estás arrepentido habla con ella Mateo, insistí para que te perdone, no podés quedarte así. —alentó mi mejor amigo sin separarse de mi cuerpo, pero realmente ni siquiera me daban ganas de seguir rogándole, en el estado en el que la dejé es entendible que ni siquiera tenga ganas de verme.

—La hice mal Valentín, no me va a perdonar. —negué mientras me separaba de su cuerpo para secar mis lágrimas con las mangas de mi buzo y volverme a sentar en el borde de mi cama.

objetivo; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora