capítulo treinta y nueve.

5.8K 208 111
                                    

Makeyra.

Me desperté cuando escuché la voz de mi progenitora entrando a mi habitación, bufé al pensar que seguramente sean menos de las diez de la mañana pero me alegré cuando, al abrir los ojos, pude observar a la mayor con una sonrisa contenta.

—Dale Key, levantate así desayunamos algo juntas antes de irme. —pidió levantando la persiana de mi habitación, aunque detesto que haga eso y es de las principales razones por la cual siempre suelo levantarme de malhumor, no podría enojarme con ella justo hoy que está tan contenta.

Me senté en el borde de la cama y agarré mi celular para ver la hora; nueve y diez de la mañana.
Me levanté y antes de salir de la pieza, tendí un poco la cama para al menos disimular un poquito el desastre.

—¿Tomamos mates? —preguntó ella mientras se encaminaba hacia la cocina para poner la pava. Asentí su propuesta y me senté en la mesa a esperar a los mates. Mientras desbloqueé mi celular para revisar mis redes, me encontré con un mensaje del morocho enviado hace algunos minutos.

mateo💕

buen dia mi chiquita<3

dormis?

holaa bebé

recién me levanto

pasó algo??

no amor, tranqui

era para caer a tu
casa antes de que
tu mamá se vaya
asi la saludo 

puedo?😁

obvio, si

estamos por tomar mates, si
queres venite a desayunar

bueno bb

en 5 estoy, llevo
medialunas🤙🤙

Sonreí al leer el último mensaje como si fuese una nena de diez años y bloqueé el celular, mi mamá se acercó mirándome pícara al darse cuenta de dicho gesto.

—¿Con quién hablabas? —preguntó curiosa mientras traía las cosas del mate para sentarse a mi lado, excepto la pava que se estaba calentando.

—Con Mateo, va a venir a saludarte antes de que te vayas. —informé dejando mi celular a un lado para hablar con ella— Lo invité para que se quede conmigo hasta que vos vuelvas.

—Está bien Key, a mi me da cosa que te quedes sola acá. —respondió insegura, rodé los ojos al oír aquélla exageración.

—Tengo diecisiete años ma, sé cuidarme sola. —respondí cansada. Lo único malo de ser hija única es que mi mamá se piensa que aún tengo doce años y no puedo hacer nada sola.

—¡No me trates de vieja insoportable, ey! —largó ofendida en forma divertida, haciéndome largar una fuerte carcajada.

—Vos misma lo dijiste, yo no te dije nada. —respondí entre risas para luego levantarme de mi asiento con tal de esquivar cualquier tipo de correctivo vengativo que venga de su parte y me dirigí hacia la cocina a chequear la pava; llegué en el momento justo para sacarla del fuego.

Apagué la hornalla y cubriendo la manija con un trapo para no quemarme, agarré la pava caliente y me dirigí nuevamente con mi mamá. Iba a sentarme a su lado para comenzar a desayunar, pero fui interrumpida por el timbre; Mateo había llegado.

objetivo; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora