capítulo cincuenta y cuatro.

5.3K 198 188
                                    

Makeyra.

Llegué a la puerta de la casa del morocho y antes de golpear, suspiré hondo para prepararme.

No sé si era una buena idea venir hasta su casa, pero necesitaba terminar con todo esto de una buena vez por todas, a ninguno de los dos les hace bien la situación y tengo que tener un poquito de compasión por él, aunque no se lo merezca tanto.

—¡Ya va! —escuché el grito del menor corriendo hacia la puerta apenas escuchó mis golpes.

Esperé apenas algunos segundos y al instante tenía parado frente a mí a Emilio con una sonrisa de oreja a oreja al volver a verme.

—¡Key, te extrañé! —gritó tan alto que de seguro llegó a su hermano, sea donde sea que se encuentre. El menor se aferró a mi cintura de un fuerte abrazo haciéndome sonreír, ya extrañaba sus recibimientos.

—Yo también Emi. —sonreí amable mientras dejaba un pequeño beso en su cabeza, pero al instante que escuché pasos bajando las escaleras levanté mi vista.

—Andá a tu pieza Emi. —pidió el morocho llegando hacia nosotros. Sus ojitos estaban un poquito vidriosos y chiquitos y su pelo bastante desprolijo.

El menor le obedeció su pedido y rápidamente corrió hacia su habitación, aunque lo hacía contento al volver a verme después de tantos días.

—Hola Key. —saludó bajito para luego dedicarme una media sonrisa débil mientras se acercaba hacia mí a pasos lentos— ¿Qué haces aca? —preguntó algo ilusionado, su cara había cambiado y una leve sonrisita se hacia presente en su rostro, aunque le costaba mantenerla.

—Vine a hablar con vos. —respondí seca, no quería aflojar mi actitud al tenerlo tan frágil frente a mí, aunque ver el estado en el que se encontraba me sensibilizaba bastante— En un lugar más privado. —pedí mientras él asentía con su cabeza. Tranquilamente podía hablar con él en cualquier parte de la casa, pero saber que hoy siendo fin de semana podría rondar su papá por cualquier parte de ésta, no me parece buena idea.

Él sin decirme una sola palabra se giró para guiarme hacia su habitación, me di cuenta de esto cuando empezó a caminar hacia las escaleras. Yo seguía sus pasos por detrás.

—Estás fumando mucho. —asumí mientras lo veía de reojo a medida que caminábamos hasta su pieza. Sus ojos se tornaban colorados y el olor a porro que había quedado impregnado en su ropa se sentía a distancia.

—Me saca de toda esta realidad de mierda. —justificó sin ganas mientras abría la puerta de su habitación. Su cama estaba toda destendida y al igual que su ropa, se sentía el fuerte olor a porro inundando mis fosas nasales.

—Te puede hacer mal. —advertí mientras me sentaba en el borde de su cama. Él se acomodó frente a mí en su silla de oficina que se encontraba al lado de su cama.

—¿Te preocupa? —preguntó jugando con sus dedos mientras apenas se desplazaba con su silla— ¿Todavía te preocupas por mí? —preguntó esta vez levantando su vista para mirarme a los ojos. Relamí mis labios nerviosa y al instante agaché la cabeza— ¿Te sigo importando Key? Contestame, por favor. —pidió deslizándose hacia adelante para quedar cerca mío y así buscar mi mirada.

—Vos a mí nunca dejaste de importarme Mateo. —largué sin vueltas para luego largar un pesado suspiro. No sabía si lo que estaba diciendo era lo correcto o no, pero ya no me importaba nada.

—Vos tampoco dejaste de importarme amor. —murmuró posando una de sus manos en mi mentón para que levantara mi cabeza y así poder mirarlo a los ojos, podía notar los suyos como habían comenzado a cristalizarse.

objetivo; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora