Capítulo 15

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Bianca.

Cerré los ojos esperando el dolor, la bala penetrando mi piel sensible e introduciéndose en mi costado. El estruendo retumbó en toda la playa, hizo que los chicos militares se pusieran en alerta y empezaran a buscar por la zona. Entre la maleza advertí como se alejaban intentado averiguar de dónde provenía el sonido.

Casi chillé del horror.

Don recogió su pistola en la parte trasera del pantalón, me echó una ojeada rápida y sonrió mostrando lo seguro que se sentía. Me observé la cadera, no había dolor, no había sangre.

—¿Te he hecho daño? —preguntó, levantándose. Su mano entró en uno de sus zapatos, a la altura de su tobillo guardaba un increíble cuchillo.

Negué con la cabeza no entendiendo nada. Él no me había disparado, la bala nunca me atravesó, pero el ruido envolvió todo. ¿Qué es lo que estaba pasando en esa mente mezquina? ¿Se había inventado un nuevo método de tortura?

—Bianca... —alcé la vista justo a tiempo para ver como hundía la hoja del cuchillo en la parte baja de su antebrazo —Escúchame. Tranquila, no te hice daño.

Me senté observando con los ojos bien abiertos la sangre brotar de la herida, que apareció en cuestión de segundos tiñendo su carne bronceada. Giovanni me tendió el cuchillo, no tuve más remedio que sostenerlo. Un líquido rojizo se deslizaba por mis inquietos dedos.

—Sigue mi plan y todo irá bien. Voy a descubrir a base de balazos que hacen esos tipos aquí y por qué nos están buscando. Use el ruido de la pistola que no estaba cargada amortiguándolo con tu piel para distraerlos, pronto van a encontrarnos así que guarda silencio y espera a mi señal. Cuando apunte uno de esos cabrones no dudes en agredir al otro con el cuchillo. ¿De acuerdo? ¿Podrás? —cuestionó pícaro.

Mi nariz se arrugó no estando segura de poder conseguirlo. Mi cabeza se movió sola cuando me tomé el lujo de asentir.

—¿Dudas de mis habilidades? —interrogué incorporándome levemente ofendida.

—No dudo de las habilidades que puedas tener —sonrió burlón —. Solo que esos cabrones están entrenados para matar con tan solo un movimiento. Y me parece que tú eres una muñequita endeble. E increíblemente sexy.

Le ofrecí una sonrisa falsa y plagada de odio.

Dejaría que pensara que era un indefenso y sensible conejito. Porque cuando mi venganza cayera sobre su estabilidad, sobre su familia y sobre su imperio ilegal, no sería un conejito, sería la serpiente llena de veneno que lo engañó y lo destronó de su imperio ilegal. Iba a vengarme de ese mal nacido, claro que lo haría, pero también pensaba usarlo de manera sexual hasta que me cansara.

Don atrapó su sangre con la palma de sus manos, el líquido emergía de la herida descontrolada. Me miro preguntándose si podía acercarse a mí, mis ojos le dijeron que podía hacerlo. Sus dedos ensangrentados recayeron en la parte de la cadera que había disparado falsamente. Cuando estuvo seguro de que había suficiente sangre para engañar a esos dos soldados militares, dejó la tela de mi vestido empapada de su plasma. Ni en mis mejores sueños habría pasado eso. Me aplicó también la masa pegajosa en las mejillas, el toque de su contacto me producía inestables hormigueos por todo mi cuerpo.

Quedé casi ensangrentada.

—¿Lista, amor?

Otra vez ese relámpago placentero en mi parte baja.

—Vuelve a decirme amor y te corto las pelotas para hacértelas comer.

Él ladeó la cabeza no muy convencido de mi agresividad.

Reyes de la Mafia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora