Bianca.Después de pasar por ese horrible momento, Don ordenó a sus escoltas que llevaran a todo el servicio al jardín de atrás. En cuanto a la mujer que trajo la bandeja con esa cabeza, fue llevada a rastras inmediatamente a las mazmorras. Sus gritos se clavaron en mis oídos cuando la sacaron del salón, ella aseguraba que no había hecho nada.
Pero si no era ella. ¿Quién puso esa cabeza?
Por eso estábamos en el jardín, todos los empleados formaban una hilera recta mientras su jefe paseaba furioso de lado a lado. También su familia estaba con él, en otra fila, menos Carlo y Alessia. Ellos estaban tan devastados por la ejecución de la pequeña, que tuvieron que avisar a un médico para calmar sus nervios con un sedante, ambos dormían profundamente.
El abuelo de Giovanni se colocó a su lado cuando se detuvo en el centro, estudiando las expresiones de terror de todos. A mí no me miró. Su pecho se infló cuando respiró hondo, dando un paso para hablar.
—Todos estáis al tanto de lo que ha sucedido esta noche, no daré detalles puesto es lo que vais a hacer vosotros. Lo preguntaré solo una vez, y solo tendréis una oportunidad de responder. De lo contrario, vuestro final será mucho peor que el de ese ser inocente —la dureza en su voz me hizo temblar.
Un sabor amargo se instaló en mi boca, traté de no vomitar de nuevo imaginando la imagen. Estaba tan mal por la muerte de la pequeña, creo que todos lo estábamos. Incluso Giovanni.
Don escaneó a la empleada que había traído la bandeja de plata con la cabeza de la niña, la pistola que él mafioso tenía agarrada a un costado de su cuerpo tembló. Supe lo que iba a hacer.
—Don, yo le juro que...
Apretó el gatillo y disparó.
Parpadeé quieta en mi lugar, no podía moverme y aunque lo quisiera, tampoco podía hacerlo. Giovanni ni siquiera dejó a la mujer hablar, la rabia pudo más con él dirigiendo su arma y destrozando el rostro de la sirvienta. Todos nos sumimos en el silencio más doloroso de mi vida.
Nadie dijo nada. Solo estuvimos bajo su atenta mirada.
—Quiero la verdad, ahora —ordenó Don.
Un hombre de seguridad dio un paso adelante, dispuesto a decirle algo.
—Don yo vi algo, una mujer rubia entró a la hacienda antes de que sirvieran la cena. Todos pensábamos que era una empleada, así que la dejé pasar puesto que...
Ni siquiera terminó de hablar cuando otro de sus hombres ya lo estaban llevando a algún lugar. El hombre se intentó zafar, suplicó por piedad y qué no hicieran daño a sus hijas.
—Empezad a torturarlo, después iré a terminar el trabajo.
La seguridad asintió y se lo llevaron lejos.
—¿Alguien más vio a esa mujer? —preguntó Giovanni —. ¿Alguna similitud, algo en su cara para poder reconocerla, el color de sus ojos, como hablaba?
Algunos negaron y otros dudaron, estaban tan aterrorizados del miedo, que no podían ni siquiera pensar.
—Perfecto —comentó con una sonrisa malvada, su mirada rápidamente cayó en mí —. Vete a tu habitación, Bianca.
El abuelo de Don elevó una ceja:
—Ella debería quedarse. Le ayudará a saber lo que le espera si llega a traicionar a los Lobos.
—¿Tú también vas a objetar todo lo que diga, abuelo? —cuestionó él con los ojos inyectados en rabia —. ¡Aquí se hace lo que yo mande, carajo! Si digo que se va, pues se va, y cierras el hocico.
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Reyes de la Mafia ©
Ficción General«El peligro siempre será lo más tentador». . . . Créditos correspondientes a la imagenes de la portada, fueron sacadas de Pinterest. Historia original, prohibida la copia o adaptación.