Capítulo 13

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Bianca.

Habían pasado horas o minutos desde que sucedió. Estaba desesperada al final de los asientos de la lancha, mordiendo mi labio y mirando al firmamento que se extendía en nuestras cabezas. Don seguía controlando la pequeña cabina de mandos, centrado en unas coordenadas que sólo él recordaba. Luka se acostó sobre mi lado, tenía los ojos cerrados. Parecía cansado.

Me moví sin despertado. Debía descansar, no teníamos ni idea de lo que pasaría después de aquello.

Íbamos de camino a una isla desconocida.

Giovanni la compró hace años, su dirección fue borrada de todos los mapas que existían. Al menos eso decía él. Necesitaba saber lo que sucedía en su mente. Su espalda tonificada era lo único que podía apreciar desde mi distancia. A pesar de que la lancha no era muy grande, los tres podíamos tener nuestro espacio.

Reduje los metros de distancia que nos separaban, en un parpadeo ya me había posicionado a su lado. Llevaba la camisa con los botones desabrochados, haciendo que luciera sus perfectos y entrenados abdominales. Aparté los ojos, mantuve la vista al frente. Y respiré hondo.

Mierda. Puta mierda.

Qué sexi estaba cuando se veía desaliñado. Maldición.

—¿Está cerca esa isla? —pregunté, casi susurré.

Arrugó la nariz con molestia.

Creo que alguien seguía enfadado.

—No.

Observé la inmensidad del océano. Litros y litros de agua salada se extendían a nuestro alrededor. No se apreciaba rastro de tierra, solo más y más oscuridad. Las estrellas tintineaban brillantes en el cielo.

Suspiré.

—Supongo que ahora debo disculparme yo —comenté, chocando intencionalmente mi hombro con el suyo. Un hormigueo apareció en mi parte baja—. Dije cosas feas que pudieron haberte herido. Pero tienes que comprender que mi situación... actual, es un poco estresante.

—No tienes que disculparte, Bianca —no me miró —. Aprendí a dejar que los comentarios de los demás me afectarán.

—Ya. Pero estás enfadado.

Elevé mi dedo para pincharle un ojo. Él emitió un gruñido como protesta. Una cosa más que le molestaba, guardaría eso en mi lista de cosas que molestaban o enfadaban al cruel Don de Italia.

—Lo estaré si no te veo lejos de mí —comentó malhumorado.

Su mandíbula se apretó. Le pasaba algo y yo no lo entendía. Antes parecía preocupado por mí, parecía sentir algo... Y ahora, nada. ¿Por qué eso me preocupaba?

Qué estúpida.

Me di una bofetada mental al pensar en sentimientos de por medio. Aquello no era un romance vainilla, no, eso era una atracción sexual que palpitaba tan centro de mí, que no podía controlarla, ni soportarla.

—Creo que tendrás que estar enfadado —contraataqué cruzando los brazos —, porque no hay manera de alejarme de ti.

Al oír mis palabras, él me observó con sus ojos de un color verde brillante. La luz de la luna en su rostro parecía convertirlo en un hombre más atractivo. Maldije por pensar de ese modo cuando se trataba de él. Giovanni sólo era una apariencia bonita, atractiva, magnética, atrapante. Su interior era lo contrario, algo oscuro mantenía que su corazón dulce estuviera enterrado.

Por un momento tuve ganas de escarbar con mis dedos y descubrirlo por mí misma.

Me arrepentí.

Sabía cómo terminaría. Si lo conocía de verdad, podía llegar a cometer el error de amarlo. Eso no podía pasar. Amar significaba perdonarlo.

Reyes de la Mafia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora