Capítulo 18

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Bianca.

De nuevo encerrada, pero ahora mi situación era mucho peor. Elijah Miller estaba mirándome mientras me cepillaba los dientes con mis propios dedos. Haría todo lo que fuera necesario para salir de allí, antes de que me mataran. Él no había cambiado, seguía siendo el mismo mentiroso de antes. Lo repudiaba. Era un asco de persona.

Y me había vendido a Don de una forma rastrera. Yo no había hecho nada. Yo ni siquiera sabía que seguía vivo. Debía tener un plan en lo más profundo de su mente y lo descubriría a como diera lugar.

—¿Quieres preguntarme algo? —dijo él tumbado en el camastro con unos ojos perdidos.

Ya no tenía las facciones de niño, se había convertido en todo un hombre atractivo y varonil. Me daba asco.

—Eres un puto mentiroso.

Su risa que años antes me había seducido, no era más que un vago fantasma del pasado que me ardía en el pecho. No lo aguantaba. No por más tiempo. Necesitaba aire fresco y explicarle a Don que yo no había hecho nada, no por ahora. Y que todo lo que había pasado era porque esos enemigos me inculparon. ¿Por qué lo habían hecho? ¿Que tenía que ver Elijah?

—Hasta por lo que yo sé, todo lo que he dicho era verdad —espetó.

Qué hijo de perra.

—Nunca me casé contigo, cabrón —escupí con rabia dándome la vuelta —. Eres un cabrón de mierda, deberías estar muerto, pero aquí estás. Haciéndome la vida imposible como siempre. ¿Qué pacto has hecho con el diablo para que no te mate de una puta vez?

Parecía divertido con mis palabras.

Me recosté en la pared fría abrazándome a mí misma. Necesitaba que me lo explicara todo. Aunque aquello fuera abrir de nuevo la herida que nunca sanó y que llevaba años doliéndome en el corazón.

—Eres muy divertida. Tu humor sigue siento una mierda —bromeó sentándose en la cama.

Me miraba dañado, pero la sonrisa ladina perseguía.

—Tú sigues siendo la misma mierda de siempre.

Puso los ojos en blanco y suspiró.

—¿Hasta cuándo vas a dejar de tenerme asco, Bianca? Yo no soy tu enemigo.

Mis fosas nasales se dilataron por la rabia que surgió de mis recuerdos. Tenerlo delante de mi parecía irreal, las ganas de matarlo eran las mismas que hace algunos años. Lo odiaba, con toda mi alma. Más que a Don. Más que a la mafia. Más que a mi vida.

—Como no tenerte asco si me engañaste. Te fuiste a una puta guerra en África y ya no supe más de ti. Engañaste a mi familia. Me engañaste a mí. Incluso a mi hermano, que murió por tu jodida culpa.

—Puedes seguir culpándome de tus problemas si quieres, pero eso no hará que todo sea mi culpa. La única culpable de tu propia vida eres tú.

—¿Qué haces? ¿Por qué mentiste? ¿Por qué has vuelto a mi vida? Quiero respuestas, Elijah. Y las quiero ahora —exigí con dureza.

Sus ojos no dejaban de analizar mis pechos, mis caderas, mi cuello. Me avergoncé ya que las marcas que Don me había hecho no eran fáciles de borrarlas. No me arrepentí de nada de lo que hice anoche. La pasé bastante bien, no dudaría en repetirla si la oportunidad lo ameritaba.

—Vine por ti, Bianca —murmuro suave —. Solo por ti, Osita.

Eso me descolocó. No por el apodo, no por la manera en la que lo dijo. Sino porque sonaba real. Mi corazón latió descontrolado bajo mi pecho y mi respiración se hizo pesada.

Reyes de la Mafia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora