Bianca.Cerré los ojos. Respire muy hondo aspirando la humedad del ambiente.
Cuando los volví a abrir la escena había cambiado. No había nieve. No había ese rastro del coche que trajo a Giovanni Lobo. Él no estaba. No me miraba. No había venido a por mí. Fue una cruel ilusión de mi mente agotada.
Mi cabeza estaba apoyada en la piedra del túnel, me había caído y mis rodillas ardían del dolor. No había avanzado tanto como mi mente lo había sentido. Me sentía engañada conmigo misma, mi propia mente se había burlado de mí. Lo peor es que me ilusionó, sentí que estaba vivo y que había regresado a por mí.
Qué todo lo qué pasó tenía una explicación.
Pero era mentira.
Seguía en la misma mierda. Atravesada en un túnel sombrío y oscuro.
Busque la linterna para que me diera calidez. La encontré a unos metros de mi cuerpo, tirada en el suelo. Bien. Debía seguir. Debía buscar la salida a la libertad.
No sentía las piernas por el clima helado. Ni las manos. Ni la nariz. Nada. No me rendiría. Como pude, me estabilice en la pared. Respire de nuevo regalando oxígeno a mis pulmones y avancé.
El camino fue largo. No sé cuánto tiempo estuve andando, el pecho me ardía y las sonoras sirenas se ya estaban más lejos. Pero me llamó la atención que cambió, o sea, en el túnel si había piedra. Pero era extraño.
Había raíles en el suelo muy maltratados, encima había una especie de baúl raro. Ni siquiera me esforcé en buscar su nombre en mi cabeza. Iba con demasiada prisa.
—¿Luka? —cuestione —. ¿Estás ahí?
Nada. Solo eco.
Mientras tanto divise las columnas de madera que estaban en el techo. Después montones de piedra suelta se cayó de un extremo y me ensució la cara. Tosí un par de veces, tanto que temí vomitar mi pulmón en el proceso.
Estaba sudando. Olía mal. Mi aliento apestaba, pero no importaba. Podría con aquello. Era fuerte. Tenía que seguir por mi bebé.
Otros minutos pasaron. Seguí vagando por aquello que parecía el interior de una mina. Camine mucho más de lo que hubiera imaginado hasta que una luz intensa me hizo esbozar una sonrisa.
La salida.
Copos de nieve volaban en el aire. No me atreví a dar muchos pasos, pues debería verificar si había alguien a fuera.
Con lentitud, fui hacia la salida y descubrí el ejercido de hombre que lo opacaban todo. El corazón se me salió del pecho, pero al ver a Luka entre ellos todo me alivió. Le sonreí y él me sonrió. Me paré porque aún no sabía si seguir, si dar la vuelta o marcharme, o preguntarle sobre todo aquello.
—No temas, hermana —vociferó él —. Todo este ejercido es tuyo. Desde este momento te protegeremos.
—¿Por qué? —balbucee sin energía.
Ande a paso lento. Verificando cómo todos esos soldados mostraban respeto arrodillándose en una rodilla y bajando la cabeza. Yo no había hecho nada para que todos mostraran respeto. Solo era una simple chica que estaba tratando de huir de las desgracias.
Luka avanzó, él no se había arrodillado. Movió las piernas con una sonrisa hasta mí, pero sus ojos dejaron de ver los míos para mirar mis piernas. Entonces su sonrisa cambió, de oscureció.
—Qué pasa...
Mi mirada bajo al mismo punto que estaba tan concentrado mirando. A mis piernas. Más concretamente, a ese hilo de sangre que bajaba sin prisa de mi muslo y cayó a la nieve manchándola. Me paralice. Más sangre se resbaló de mi centro y por inercia pase mis manos por toda esa sangre.
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Reyes de la Mafia ©
Genel Kurgu«El peligro siempre será lo más tentador». . . . Créditos correspondientes a la imagenes de la portada, fueron sacadas de Pinterest. Historia original, prohibida la copia o adaptación.