Capítulo 31

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Bianca.

Estaba tan expuesta a él, que por un momento llegué a pensar que me arrepentiría después. No fue así. Giovanni Lobo era un puto caramelo caliente que disfrutaba, primero hay que probar al enemigo antes de destruirlo.

—¿Qué haces? —chillé cuando me agarró de las caderas y me incorporó.

Tenía su polla pegada a las nalgas, estaba disfrutando de ello hasta que me volteó y me subió a su hombro como un saco de papas. Abrí mis ojos cuando deslizó una mano por mí desnudez del muslo, con una carcajada se movió.

—¡Qué haces, Giovanni! —le chillé excitada aún.

Veía la perfección de su trasero desde mi posición, también los tensos músculos de su espalda y algunos tatuajes sueltos que no lograba leer. Me quejé cuando me nalgueó provocando que me humedeciera más.

Eso debía parar. Un rico momento y fin.

—Te voy a follar, pero no en la arena —otra nalgada más.

Le piqué con los dedos su trasero, pero solo hizo que gruñera masajeando mi pierna, subiendo lentamente a mi centro. Me acarició el clítoris lentamente mientras me hacía jadear boca abajo. Abrió lentamente los pliegues para torturándome pasando su dedo gordo por la zona, haciendo movimientos circulares.

—Seguro no sabes meterla bien —me burlé de él.

Chillé cuando metió bruscamente uno de sus dedos en mi interior. Lo subió y bajo lentamente, se sentía rico, oh Dios, claro que se sentía bien. Me limpió las nalgas antes de mordérmelas, mientras iba avanzando lentamente hacia la cabaña. Una oleada de placer me invadió, tuve que dar una bocanada de aire.

—Ya vas a ver si sé meterla bien —aseguró.

Me bajó cuando estuvo en el porche de la cabaña, estaba totalmente desnuda cuando me dejó en el suelo y se lazó a comerme las tetas. Uy. Me agarré de su nuca para que tuviera mejor acceso a ellas, varias risitas se escaparon de mis labios cuando me lamió con la punta de su lengua el canalillo, deslizándose hacia mi cuello.

Me empujó y él cayó sobre mí en una cama balinesa que permanecía solitaria en el porche, estaba puesta allí para ver el amanecer tan precioso. Don me chupó el cuello mientras hacía marcas en mi piel, mordía y succionaba. Cerré los ojos para sentirlo y rodear mis piernas en sus caderas, pero no me dio tiempo, con gran maestría me dio la vuelta.

Volví a quedar a su merced, rompió una de las sábanas para amordazarme la boca y las manos por detrás de la espalda.

—Por fin te tengo donde quería —murmuró besando mi hombre, después descendió por mi espalda, su lengua recorrió todas las zonas, que no estaban llenas de granos de arena, hasta llegar a mi trasero —. Vas a tardar mucho en poder borrarme de tu mente, bonita.

Mi cara estaba pegada al colchón, no era capaz de respirar por las ganas que tenía de saciarme de una vez. Con una nalga le di en el rostro sin querer, soltó una maldición y en ese instante sentí como algo delicioso bordeaba mi entrada. Me moví en círculos sobre la punta de su pene tentándolo a entrar en mí. Sabía que eso estaba llevándolo al borde de la locura.

Se me congeló el aliento cuando de una embestida me lo metió hasta el fondo, apreté mis manos entrelazadas y fue tan profundo que chillé del placer mientras iba por la segunda, pero se detuvo, podía sentir toda su longitud abriéndome como nunca nadie lo había hecho. Dolía un poco, pero eso fue remplazado por el deseo y excitación.

—Me gusta sentir como tu coño moja mi polla, Bianca —se salió un poco de mí para luego volver a entrar agarrando mis caderas para que fuera más profundo, más íntimo, más dolorosamente placentero.

Reyes de la Mafia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora