Capítulo 24

15K 1.1K 414
                                    




Bianca.

La sangre de Priscilla permanecía en mis dedos, torturando mi consciencia que cada día se rasgaba como un débil papel. Tenía miedo de que ella muriera, pero también sabía que esa era la única salvación para salir de esa mierda. Luka estaba con unos hombres custodiando la puerta de su habitación.

Don estaba con ella, habían llamado a un doctor. Era un aliado de la mafia así que no tendríamos que dar muchas explicaciones de lo que había pasado.

¿Mi hermana se suicidó? ¿Iba a morir? Presentía que sí. Los hombres de Don susurraban cosas que no lograba oír, sabía lo que estaba pasando. Priscilla había muerto. Mi pecho se apretó y las lágrimas abordaron los ojos. Las contuve en lo más profundo de mi ser.

Las puertas se abrieron dejando que la silueta musculosa de mi enemigo se dejara ver, paso de largo sin mirarme, no observó a nadie. Todos tenían las cabezas bajadas. Sus manos estaban llenas de sangre seca, su ropa también estaba adornada del color del plasma de mi hermana, sus ojos rojos me advirtieron de que estaba llorando. El doctor iba detrás de él como su perrito faldero. Desparecieron por el pasillo del pent-house.

Me levanté del suelo caminando angustiada hacia Luka. Las puertas seguían abiertas así que vi el cuerpo de mi hermana tendido en la cama con una sábana blanca teñida de rojo.

—Por favor, déjame pasar—le supliqué a Luka.

Él me acarició la mejilla regalándome una débil sonrisa y agarró mi mano para que juntos pudiéramos sobrepasar la alcoba. Cerró la puerta detrás de mí, oí como los hombres que estaban en el pasillo se dispersaban.

Una lágrima vago solitaria por mi mejilla.

—¿Está muerta? —pregunté bordeando la cama, llegando hasta su rostro. Me arrodillé para mirarla mejor, su belleza angelical no se había ido.

—Sí.

El contacto de su piel me abrazó la espalda. Oprimí las ganas de sollozar, mi garganta se sentía tensa y podía no soltar un chillido.

—Mentiroso, ella no está muerta —repliqué.

Apretó mi hombro posicionando a mi lado, también se arrodilló y yo sentí como el mundo se me caía encima lo enésima vez. El pecho de Priscilla se movió, sus pulmones se apremiaron con oxígeno, así que no estaba muerta. Respiraba. Estaba viva.

—Bianca...Lo estará.

—Está respirando, Luka. Ella no está muerta. Déjame sola con ella, avisa a Don y dile que no quiera enterrar a mi hermana antes. Será ella quien lo entierré primero a él —le aseguré ignorando sus palabras.

Bufó por lo bajo, y lanzando un suspiro cargado de agobio, salió de la habitación dejándome sola con mi hermana. Acaricié sus facciones, era una hija de puta las grandes, pero era mi hija de puta.

Los párpados se le movieron un poco, intentó hablar, pero solo le salieron murmullos y sonidos. En los brazos poseía unas vendas que tapaban la piel rasgada, seguramente tuvieron que darle muchos puntos. Una puntada de dolor asoló mi corazón. ¿Cuál era el afán de Luka por decirme que estaba muerta? ¿Quería que hiciera algo contra Don? No entendía una mierda.

—Hija de puta, como no te despiertes pienso ir al infierno a por ti y traerte de vuelta.

Quiso abrir los ojos, su nariz se arrugo por mis palabras y supe que estaba inconsciente. Se veía demacrada físicamente, como si algo en su vida no encajara, como si estuviera viviendo una mentira. Y era exactamente eso lo que pasaba.

—Deja que muera. Ya no quiero vivir más, Bianca —susurró débil.

Aquello no había sido una jugarreta de Priscilla.

Reyes de la Mafia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora