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AL BORDE DEL MUNDO.
Una semana pasa desde aquel día del Vals y la aparición de la futura Sra. Styles, y para los castaños parecían haber sido como un mes, definitivamente era preocupante extrañarse de tal manera pero ninguno se atrevía a dar una palabra cuando era obvio que su rara amistad había sido afectada por Camille Rowe.
Harry decide tomar la excusa del trabajo para invitar a Finlay a escribir en el Café Beachwood, y ella lo acepta diciendo que él no tenía la culpa de las ilusiones que ella había inventado, y que aún era su jefe además de un nuevo amigo.
—¿Qué pedimos hoy?—pregunta Harold con una sonrisa enorme, había esperado volverla a ver y se mostraba muy emocionado por al fin estar sentado frente a ella, especialmente al verla con sus lentes de corazón puestos, adornando su hermoso rostro.
—Yo sólo quiero un té negro y rollos de canela, hoy no tengo ganas de explorar sabores—hace una mueca y saca su cuaderno abriendo una página que había escrito en esa semana.
Finlay se daba cuenta de que era muy obvio su sentir cuando escribía frases como;
“Confieso que estás en tu mejor momento Soy egoísta así que lo estoy odiando
Me dí cuenta que hay una pieza de ti en como me visto últimamente Tomalo como un cumplido
Sólo extraño tu acento y ta ra ra ra ¿Sabías que aún ta ra ra ra...
No la llames "bebé" No hemos hablado últimamente Ta ra ra ra ra ra ra ra ra ra”
Por eso es que no le muestra esos borradores en ese momento, esperaría a un tiempo en que se le olvide lo pasado con sus retorcidos sentimientos, es una suerte porque la canción “Cherry” nacería a partir de aquellas frases y desgraciadamente poseería la voz de otra mujer en la cinta.
—¿Qué has hecho este fin de...
Finlay sube la mirada al oír como las palabras de Harry quedan colgadas en la nada, y al ver como el miraba apanicado hacia el exterior, mira a aquella dirección apreciando como un grupo de cinco personas lo miraban definitivamente tratando de confirmar que era él.
—Uhm, ¿Sabes qué? Podemos pasar por Dunkin Donuts e ir a otro lado—ella vuelve a guardar su cuaderno y el asiente en silencio.
Siempre le pasaba, siempre los días eran arruinados por la fama y la gente a su alredor terminaba lidiando con cosas que no entendían bien. Pero debía el mundo a la gente, asique finge su mejor sonrisa al tratar de tomarse fotos y abrazar a todos en el camino al estacionamiento que su coche ocupó por menos de quince minutos.
