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Bianca

―¿Quieres que te lleve a algún sitio? ―me preguntó Jens, sobresaltándome un poco.

No le había visto al bajar las escaleras, aunque estaba sentado en la salita con Dustin y Fynn jugando a un juego de mesa. Le miré nerviosa, tamborileando en mi móvil.

―No, viene Tim ―expliqué.

―Ah. Pásalo bien...

No me despedí más, salí casi a la carrera. No soportaba mirarle en ese momento. Cuando le decía que iba a salir con Tim, parecía dolido, así que, si me quedaba allí, me arrepentiría de lo que tenía planeado...

Porque quería a Jens, pero no estaba bien. Y también quería a Tim, y aquello era natural, así que pensaba dar el paso que debía dar con él, de una vez. Ya había llegado el momento, estaba preparada para perder la virginidad y quería hacerlo con mi novio. Al cual amaba y con el que llevaba más de medio año saliendo...

Una parte de mí me gritaba que aquello estaba mal de alguna manera, pero aquel día decidí enterrarla en lo más hondo de mi conciencia.

Tim había llegado pronto y me esperaba ya. Le di un beso rápido, pero estaba nerviosa. No le había contado mis planes porque no quería que se echase atrás ni nada.

―¿Dónde vamos, cariño? ¿Por qué tanta prisa?

―A casa ―le pedí―. A la de mi madre.

Pareció dudar, pero acabó dándome el casco y subí tras él a la moto, arrancó cuando aún me lo estaba ajustando y me abracé a él con fuerza. Me sudaban las manos y estaba al borde de un ataque de nervios.

El viaje se me hizo insoportablemente corto, y tardé unos segundos de más en bajar de la moto cuando aparcó delante de mi casa. Me preguntó algo, pero apenas le oía con el pitido de mis oídos. Estaba nerviosa, y asustada.

Pero no podía perder nada más. Así que cogí su mano y tiré de él para llevarle al interior de la casa. Se dejó hacer y no protestó mientras yo sacaba la llave del macetero y abría la puerta. El salón aún estaba decorado con los artículos de navidad. Me quedé un poco parada al recordar aquel día con Jens...

―¿Qué pasa, Bianca? ―insistió Tim, devolviéndome a la realidad.

Tiré de nuevo de él y le llevé a mi vieja habitación. El resto de la casa dolía demasiado, pero aquella era mi habitación, solo eso, mi refugio.

―Quiero que nos acostemos ―le dije, sin pararme a pensar ni a respirar. Le enseñé la caja de preservativos que había comprado y escondido en mi bolsillo.

―Bianca... ―empezó, pero acorté la distancia hasta él y le besé, para no darle oportunidad de pensarlo.

―Estoy preparada, hace mucho que salimos. Quiero hacerlo ―le dije, rodeándole el cuello con los brazos y pegándome más a él―. ¿Tú no quieres, Tim?

Me besó con suavidad, acariciando mi mejilla con la mano, con mucha ternura. Aquello estaba bien, me gustaba. Era el Tim de siempre. Mi novio. Desabroché su chaqueta despacio, tirando los condones a la cama para ello, y se la quité del todo.

―Bianca... ―susurró―. Te quiero muchísimo.

―Y yo a ti ―respondí, aunque me tembló la voz un poco.

Tim desabrochó mi chaqueta también e hizo que siguiera el camino de la suya. Me había puesto un jersey fino y bonito y unos vaqueros algo anchos. No llevaba camiseta interior ni nada, porque quería hacerlo más fácil, así que cuando acarició mi abdomen y alzó la prenda, dejó expuesto el sujetador de color salmón. Le ayudé a quitarme el jersey y él pasó las manos sobre mis pechos.

Cuando muerdas la manzana - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora