Jens
Ya tenía la casa del árbol medio reconstruida cuando Bianca llegó, pero no perdí la oportunidad de hacer que me ayudase. Fue pasándome tablas para cambiar el suelo y descartando las viejas. Y luego subió unos cuantos escalones para poder pasarme los clavos. No tardamos mucho, porque la mayor parte del trabajo ya estaba hecho. No había podido dormir tras llevarla de madrugada a su cuarto, así que llevaba desde muy temprano con ello. Cuando el suelo estuvo bien colocado y comprobé que no se movería, subimos juntos para sacar y volver a colocar los clavos de las paredes que pareciesen en mal estado.
―El otro día vi pintura en el garaje ―me dijo ella, cuando dimos por acabada la labor, cerca del mediodía―. Podemos darle una mano, para que no parezca tan triste ―sugirió.
Yo no quería acabar y perderla de vista, así que salté de allí, ofreciéndome a ir a buscarla. No tardé en volver con un bote de pintura amarilla que no tenía ni idea de dónde había salido, y un par de rodillos.
―Me ayudas, ¿no? ―pregunté con una sonrisa.
―Claro, inútil. ―Se metió conmigo, sacándome la lengua.
Yo me reí y abrí la tapa de la pintura, no sin cierto esfuerzo. Debía tener tiempo y se había quedado un poco pegada. Aquello generó más risas en mi contra, pero tampoco me importó demasiado.
―¿Qué hacías antes de mí? ―cuestionó, después de que hundí mi rodillo en la pintura.
La miré un momento, con la pintura chorreando en el suelo. Sabía que estaba de broma, pero yo fui muy sincero.
―Vivir muy tranquilo. Solía salir con la reina del baile, la jefa de las animadoras, y no tenía que buscar la forma de conciliar eso con tener una hermana un poco...
―Rarita ―me ayudó ella―. No entiendo cómo puede gustarte esa tía, ¿sabes? Está loca y tenéis una relación muy... egoísta, en mi opinión.
―Gracias por tus palabras, me han conmovido ―me burlé.
―No he acabado. Te decía, que no lo entiendo, ni siquiera me parece tan guapa y está como una cabra...
―Sigues hablando de mi novia... ―le recordé.
―¡Pero! ―me gritó, antes de seguir hablando―. Lo respeto. Ya está, ya lo he dicho. Si quieres salir con esa tía, por mí bien. No te sientas más dividido. ―Hundió el rodillo un par de veces en la pintura, con gesto pensativo y un suspiro―. En el instituto, finjamos no conocernos. No volveré a tratar de fastidiarte.
―Gracias, Bianca, eso simplificará mucho todo ―reconocí con sinceridad.
―Lo sé. Pero aquí, no vas a librarte de tu hermana la rarita ―aseguró, antes de pegarme el rodillo al pecho y subir a toda velocidad hasta mi barbilla.
―¡Serás...! ―grité, pero no encontré palabras, porque en realidad, me hizo mucha gracia―. ¿Seguro que no podré librarme de ti?
Pasé mi propio rodillo por su brazo, cuando trató de apartarse. Soltó una carcajada muy musical, que me hizo sonreír.
―En cualquier caso, no sé si has notado el arma que me has dado contra ti ―me dijo, hundiendo de nuevo el rodillo en la pintura.
Yo me aparté, pero era difícil en el pequeño hueco de la casa del árbol.
―¿Un rodillo? Temible... ―me burlé.
―Una foto durmiendo juntos. Creo que ahora sí que vas a votar a favor en ese consejillo vuestro.
Me quedé paralizado por su chantaje y ella aprovechó para volver a pintarme entero. Sujeté su mano para apartarla cuando iba a llegar a mi cara y la miré con mucha seriedad. Ni me había planteado lo que pudiera hacer con esa foto, joder, era idiota. Al despertarme un buen rato después de dormirnos juntos la había visto allí tan tranquilita, sobre mí, y no había podido evitar hacerlo.
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Cuando muerdas la manzana - *COMPLETA* ☑️
Teen FictionLa vida de Bianca Winter da un brusco cambio de sentido cuando pierde a su madre en un accidente de tráfico y acaba viviendo con su padre, al que apenas conoce, su madrastra y ocho hermanos, con los que nunca ha tratado, en la casa Müller. Jens Mül...