Jens
Me puse mi propio chándal-pijama y bajé para hacer acopio de refrescos y palomitas. Di unos minutos a Bianca para bajar, mientras preparaba todo en la sala de cine y encendía el ordenador, pero como no vino, subí a por ella. Podía haberla dejado en paz, seguramente dormir le vendría mejor, pero no podía.
Era verdad todo lo que me había dicho, yo no había sido bueno con ella y no iba a dejarlo pasar más tiempo. Tendríamos un buen rato juntos y luego le explicaría lo importante que era para mí lo que tenía con Harper y el instituto. Quizá, aunque no actuásemos como hermanos allí, sí que podía dejar de reírme de las gracias de mi novia que, por otro lado, no solían hacerme ninguna gracia.
El humor de Harper respecto a los demás era muy infantil, pero como todos le reían las gracias... ¿Cómo no iba a hacerlo yo? Pensarían fatal de mí...
Ni siquiera había pensado en cómo afectaría a Bianca de verdad. ¡Parecía que todo le daba igual! Al menos me lo había parecido hasta el lunes en waterpolo, cuando me soltó aquello de la cena... Quizá era mucho más sensible de lo que yo creía... Por eso, aquella semana había procurado dejarla en paz.
De cierta forma, me alegraba no ser yo quién le había hecho daño aquella vez, había sido su estúpido novio y yo iba a encargarme de consolarla. Abrí la puerta de su dormitorio y la encontré sentada en su cama. Estaba abrazada a un peluche de un dragón y miraba un marco de fotos.
―¿Bajas o te bajo? ―le ofrecí.
―No tengo ganas, Jens... Otro día ―susurró.
Pero no iba a dejarlo pasar con tanta facilidad. Le quité el marco de fotos y lo miré antes de dejarlo en su mesilla. Era una foto de su madre. Me paralicé un segundo al verla. Supuse que, si ella nos vigilaba desde algún lugar, tampoco me tendría en muy alta estima. Luego me giré hacia Bianca y la cargué en mi hombro con peluche incluido.
―No grites o los despertarás a todos ―le ordené, antes de salir de allí.
Me pareció que se reía, aunque pataleó un poco, así que la dejé en el suelo fuera de la habitación.
―¿No aceptas un no por respuesta? ―resopló, tratando de entrar a la habitación.
―No. Vamos abajo.
―Pero déjame coger la peli, idiota.
Me empujó sin delicadeza y entró a su habitación para coger un DVD de la balda baja de la estantería. Ni traté de ver que era, aunque lo escondió tras su cuerpo. Luego salió, cargando a su dragón en el otro brazo, con un pijama diferente al que solía llevar; aunque era igualmente peludo, este no tenía orejas.
Entró delante a la sala de cine y fue directa a poner la película. Yo me senté en el suelo y cogí un puñado de palomitas. Me había ido de fiesta con mis amigos y no habíamos cenado. Ella recogió el mando y se sentó al otro lado de la comida. No soltó el peluche, que de pronto parecía su mayor consuelo, pero cogió palomitas también.
―Oye, Bianca... ―la llamé, antes de que la peli empezase a reproducirse, cuando ella estaba saltándose los menús.
―Dime ―preguntó sin girarse.
―Lo de... tu novio... Hay muchos tíos en el mundo ―traté de consolarla.
Se le cayó una palomita que estaba a punto de comerse y la rebuscó sin mirarme. Me pareció que se había sonrojado, pero era difícil decir con la pantalla como única iluminación.
―No lo hemos dejado ―me dijo finalmente, tras encontrar la palomita y metérsela en la boca―. Solo... Opina que no debería hacer... algunas cosas.
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Cuando muerdas la manzana - *COMPLETA* ☑️
Novela JuvenilLa vida de Bianca Winter da un brusco cambio de sentido cuando pierde a su madre en un accidente de tráfico y acaba viviendo con su padre, al que apenas conoce, su madrastra y ocho hermanos, con los que nunca ha tratado, en la casa Müller. Jens Mül...