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Bianca

Mi padre mandó a todos los niños a dormir después de que hicieron los deberes y se hincharon a galletas, para disgusto de Hilda. Le dije que, aunque no era una cena ideal, no eran como las galletas procesadas, aquellas eran más apropiadas para el consumo. Sin embargo, me miró con desagrado, aunque yo solo pretendía ayudar.

Y cuando ella subió a acostar con los niños, yo bromeé diciendo que se había dejado a uno señalando a Jens, el cual, por cierto, fue el único que se rio de mi chiste. Aunque como acabó con un «ni lo sueñes», no tuve tan claro que se riera conmigo y no de mí.

Cuando sonó el timbre, toda mi relajación se fue al garete y me tropecé con una silla en mi carrera por abrir. Vale, quizá llevaba nerviosa todo el día, por eso me lo había pasado metida en la cocina y cuidando a los niños.

Mis nuevos hermanitos pequeños eran encantadores, al menos casi todos. Dos de ellos se habían limitado a sacarme la lengua y hacer comentarios muy bordes cuando les ofrecí ayudarme con las galletas. En cualquier caso, pasé una tarde genial con los otros cinco, y me sentí un poco menos mal.

Definitivamente mi segunda semana en la casa infernal fue mejor que la primera. Mucho mejor. Aunque quizá tenía que ver con la perspectiva de una noche de chicas.

Abrí la puerta y me abracé a Doro, que estaba delante. Supuse que el resto la habían dejado para comerse el marrón. Ella me besuqueó las mejillas con fuerza y yo hice lo mismo, estirando las manos para atrapar a Barb y Tim, que se dejaron hacer.

―Cierra la puerta, por favor, que tenemos vecinos que pueden ver... eso ―me ordenó mi querido hermano mayor.

Yo dejé entrar a mis amigos y cerré tras ellos, más por el frío que por darle el gusto, antes de girarme hacia él. Estaba apoyado en el marco de la puerta de la sala de estar, con los brazos cruzados sobre el pecho. El muy... chulo arrogante.

―Jens, estos son mis amigos: Doro, Barb y Tim. Chicos, este es mi querido hermano... Es muy charlatán y supercariñoso ―me burlé de él.

―Hola, Jens, yo soy tu futura novia ―aseguró Barb, agitando su pelo rizadísimo.

―Ya tiene una. La reina del baile y jefa de las animadoras.

Le dirigí una sonrisa burlona. La verdad es que mis nuevos profes favoritos habían supuesto una gran fuente de información sobre la vida de mi hermanito y su círculo.

―Por eso he dicho futura ―replicó altanera―. ¿Has cocinado tú? ¡Me muero de hambre!

Ignoró a Jens en deferencia al olor de la comida. Yo solté una carcajada, pero tiré de la mano de Doro y de la de Tim para ir al comedor. Había preparado unos burritos caseros, porque era la comida favorita de mi madre y lo que hacíamos cada viernes. Ni siquiera lo había pensado mucho antes de encontrarme preparando aquello.

―Papá, Hilda ―los llamé, para presentarles a todos.

No se me pasó por alto la mirada horrorizada que ambos le dirigieron a Tim, mientras nombraba a mis amigos de nuevo. En cualquier caso, ya estaba acostumbrada, así que traté de no darle más importancia, mientras les indicaba que se sentasen y me iba a la cocina a por la comida.

―Te ayudaré ―se ofreció Tim enseguida―. ¿Todo bien, cariño? ―preguntó, acariciándome la espalda con suavidad cuando llegamos a esta.

―Sí, hoy ha sido el mejor día de la semana ―reconocí―. Al menos hasta que me he dado cuenta de que estaba preparando burritos... También te he hecho esto, espera.

Me puse de puntillas para alcanzar un bollito que había envuelto en papel de plata y se lo tendí. Solo era un bocadito, pero sabía que era su favorito. Lo abrió con una sonrisa para verlo y luego lo guardó en el bolsillo de sus pantalones anchos. Se había puesto camisa, pero ni así daba el pego.

Cuando muerdas la manzana - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora