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Bianca

―¡Mira, Bianca! ―me llamó Kayla, señalándome la galleta que había hecho con forma de florecilla.

―¡Ala, qué chula! ―la alabé, plantándole un beso en la mejilla―. ¿Puedes hacer un uno y un siete y lo ponemos en la tarta? ―pregunté.

Me miró bizqueando un poco, como si tratase de imaginarse los números, pero acabó asintiendo.

Había sacado masa de galleta de la nevera y tenía entretenidos a los cinco niños, dándole formas muy curiosas. Ahora eran mis sobrinos... Paré un momento de batir el relleno de la tarta para mirarlos con una sonrisa. Supuse que podía acostumbrarme a mi nueva familia.

Volví a lo mío con la tarta, quería que fuese genial y me estaba esforzando mucho en ella. Después de todo, no se cumplían diecisiete todos los años... Además, mientras lo hacía, no pensaba en que no había visto a Jens en toda la semana.

Yo solo había ido a clase para hacer los dos exámenes, por sugerencia de Peter. Según él, se encargaría de que las faltas no llegasen a mi expediente y, decía, que así estaría más tranquila. Lo acepté, porque la verdad es que no tenía ganas de ir allí y ser juzgada por las miradas de gente como Harper. Seguro que ya había corrido el rumor de lo que había pasado en casa de Jens, y de nuestra ruptura. Porque allí todo se sabía enseguida.

En matemáticas no iba con Jens, así que no le vi. En el examen de historia sí que estaba, pero aparte de cruzar un par de miradas, no pudimos hablar nada. Él se largó antes de que yo acabase de escribir, así que ni siquiera pude esperarle, como era mi intención.

El lunes por la tarde me llegó mi peluche, y todas mis demás cajas, con una empresa de reparto. No tenía muchas cosas, en realidad. Seis cajas grandes que ahora estaban en mi habitación. Solo había deshecho la caja de los peluches, que ahora decoraban mi cama nueva.

Entre medias de estos, encontré una sudadera de Jens. Le había dicho más de una vez que me gustaba mucho, porque parecía normal y no un pijo. Sonreí al encontrarla y me la puse para olerla. Para oler a él.

Había dormido toda la semana abrazada a su sudadera, que ya olía más a mí que a él. Sin embargo, no pude evitar mi decepción porque Jens no hubiera ido personalmente a llevarme mis cosas. O, al menos, a verme después de enviarlas. Supuse que era lo mejor, él debía estar superándolo, pero yo no podía.

―¡Ya está, Bianca! ―me llamó otro de los niños, Aidan, señalándome las galletas que había hecho. Me acerqué a verlas, dejando el relleno a medio poner sobre la base.

―¿Qué es? ―pregunté divertida tras revisar las galletas medio redondeadas.

―¡Coches! ―me dijo, como si fuera obvio.

―Ah, claro, perdona. Es que desde este ángulo no se ve igual ―me disculpé―. ¿Quieres más o prefieres ir a jugar?

―¡Más! ―Extendió las manitas así que le coloqué más masa de galleta sobre ellas―. ¿Qué hago yo para la tarta?

―Uhm. ―Me lo pensé un momento―. ¿Qué tal un corazón?

Puaj. ―Sacó la lengua, pero empezó a darle forma a la galleta.

Volví a mi relleno, pero apenas había logrado extender un poco más, cuando alguien llamó al timbre. Puse los ojos en blanco. ¿Es que no me iban a dejar trabajar? Sin embargo, la idea de que pudiera ser Jens, me aceleró el corazón. Era mi cumpleaños y él lo sabía, ¿no? Quizá...

Me dije que era absurdo hacerme ilusiones y fui a abrir, tras echar un vistazo a la mesa y asegurarme de que no había nada peligroso cerca de los niños. Pese a todo, me decepcioné al no ver a Jens al otro lado.

Cuando muerdas la manzana - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora