Bianca
Tuve claro que lo de waterpolo había sido una idea pésima en cuanto me encontré en el vestuario con un bañador horrible. ¿Por qué me había apuntado de verdad a aquello? Ya, por molestar a Jens... ¿O por fastidiarme a mí misma? A él le incomodaría un rato, yo iba a pasarlo realmente mal.
Sabía nadar, sí, pero tampoco es que fuese increíblemente buena y a veces, al bucear, respiraba, porque era tonta. Tan tonta como para someterme a una tortura voluntariamente. ¿Qué esperaba que pasase?
Me quedé un rato parada delante del espejo. El bañador me quedaba horrible. Hacía que pareciese que tenía michelines. ¿Los tenía? Quizá debía reducir mi nivel de azúcar, dulces y refrescos. O empezar a hacer más ejercicio. Y mis escasas tetas parecían un michelín más. Dios, era ridícula. Había visto pasar a las otras chicas del equipo, altas, musculosas, de proporciones perfectas... ¿Qué estaba haciendo con mi vida?
―¿Te ayudo a ponerte el gorro? ―me ofreció una chica.
Me giré para verla. Estaba sentada en un banco, colocándose su propio gorro, porque claro, si no era suficientemente humillante el uniforme, también había que meter la cabeza en esa especie de condón...
―Depende. ¿Crees que mejorará lo presente o lo empeorará? ―bromeé, pero me acerqué a ella.
Me miró de arriba abajo, sin mucho disimulo, mientras se acababa de atar las tiras de su propio gorro. Reconozco que me había pasado el fin de semana estudiando sobre aquel deporte, porque sabía básicamente nada. Así también había evitado a Jens, porque estaba segura de que había escuchado algo que no debía.
Solo esperaba que no hubiera sido todo y que no pensase que me gustaba, por favor, que no lo pensase...
―¿Crees que un gorro con orejeras podría quedarle bien a alguien? ―me preguntó divertida.
Yo observé sus facciones poco marcadas, su nariz fina y sus ojos verdes. Tenía los hombros anchos y el cuerpo definido por el deporte. Parecía preciosa incluso con aquellas pintas, no como yo.
―No parece que a ti te siente mal ―confesé con sinceridad.
―La clave está en llevarlo con dignidad. Eres Bianca, ¿no? Vamos juntas a historia.
―Sí. Aunque me temo que no sé tu nombre ―me disculpé incómoda.
Había tenido la nariz tan metida en mi propio ombligo que no me había fijado mucho en mis compañeros. Además, ese lunes lo llevaba aterrada por el primer entrenamiento y tampoco había prestado mucha atención a lo que pasaba alrededor.
―Ellen ―se presentó, levantándose para coger mi gorro y ayudarme a ponérmelo―. ¿Qué haces en waterpolo, Bianca? Pensé que te iban más las ciencias.
―El idiota. ¿Y tú?
―No quedaban plazas para vóley. ―No supe si bromeaba, pero tampoco pude verle la cara mientras me colocaba el gorro―. ¿Quién te gusta? ¿Jim? ¿Frank? ¿Jens?
―No. Ninguno ―la corté, más borde de lo que pretendía―. Solo quería cambiar un poco, salir de la rutina.
―Ya.
No me lo discutió, pero me hizo un gesto para que la siguiese. Yo tomé aire y la obedecí. El olor de la piscina me llegó antes que el ruido, aunque no fue mucho tiempo de diferencia. Tomé aire, sujetándome al brazo de Ellen. Por suerte no me soltó, temí haberme pasado de borde, porque me caía bien y era la primera que me hablaba (sin ser un profesor) en ese instituto.
El entrenador estaba charlando con el equipo y Ellen me llevó hasta allí. Yo sujeté su mano con un poco más de fuerza justo antes de llegar hasta ellos y aproveché para susurrarle.
ESTÁS LEYENDO
Cuando muerdas la manzana - *COMPLETA* ☑️
Fiksi RemajaLa vida de Bianca Winter da un brusco cambio de sentido cuando pierde a su madre en un accidente de tráfico y acaba viviendo con su padre, al que apenas conoce, su madrastra y ocho hermanos, con los que nunca ha tratado, en la casa Müller. Jens Mül...