1.- Ilya: Promesas de futuro

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No puedo dejar de mover la pierna, incluso con las mochilas encima. Mantengo la cabeza y la espalda apoyadas contra el respaldo del asiento, escuchando como la pareja de al lado discuten sobre el regalo de cumpleaños que tienen que hacerle a su madre. Intento ignorar su conversación y mantener los ojos cerrados, pero son demasiado molestos. Abro los ojos y busco el origen de sus voces y los inspecciono. Ella lleva ropa de marca, aunque parece demasiado evidente como para que no sea falsa. Un bronceado que tira a naranja y un gran anillo de compromiso en el dedo. Él sujeta las dos maletas y mira el móvil, ignorándola mientras ella mueve las manos en el aire hablando. Parece estar muy enfadada y agradezco a Anya que aun a pesar de que tiene mal temperamento, nunca hemos discutido.

—Ilya.—Susurra Anya a mi lado. Giro la cara para mirarla. Tiene ojeras y los ojos algo rojos. Ha llorado casi todo el día de manera intermitente. —Lo siento.— Murmura apoyándose en mi hombro. La rodeo con mi brazo y ella se mueve hasta mi pecho. La noto aspirar mi olor y esconder la cara en mi cuello.

—No es culpa tuya que alguien vaya a por ti.—Acaricio su brazo y ella se aprieta un poco más en mi cuerpo. —Cuidaré de ti, nadie te pondrá un dedo encima.

—En la base estaremos a salvo hasta que pensemos donde ir.

—¿Has avisado a Camile?

—Sí. Está todo listo. Tenemos nuestra propia habitación aunque, no va a ser tan lujosa como la casa...

—Lo único que necesito es una cama y poder estar contigo.— Beso su pelo y vuelve a llorar.—No llores, Anya, te prometo que todo irá bien.

—¿Y si te hubieran hecho daño? No puedo permitir que te pase nada.

—Ya lo hemos hablado, no te vas a embarcar en una misión suicida donde te matarán a saber dios porque. Vamos a permanecer juntos porque es como debe ser.—Asiente contra mi cuello. —Además, no te vas a escapar, aún te tienes que casar conmigo.—Logro hacerla reír, lo cual es un avance teniendo en cuenta los últimos dos últimos días. Siento una clase de epifanía por estar en un aeropuerto con Anya, aunque la situación no se parece en nada a la última vez. Ahora no solo sé que si se acordaba de mí, sino que encima, tengo la inmensa suerte de que siente lo mismo que yo y la puedo llamar mía. Aún quedan tres horas para que nuestro vuelo salga y ya no nos queda más aeropuerto por caminar. —¿Comemos algo?

—No tengo hambre.

—Claro que sí. Cuando te pongan una buena hamburguesa con queso y patatas fritas tendrás hambre.

—Vale, pero, ¿me das tú las patatas fritas?—La aparto un poco de la posición para poder verle la cara. Tiene los ojos rojos y algo hinchados, pero aun así reconozco el mohín inocente y manipulador, moviendo lentamente las pestañas y perforándome con las bellas gemas que se esconden en sus ojos.

—Señorita Volkova, ¿no estará usted usando esto para su beneficio?

—Nunca.—Pone los labios en un puchero adorable y dibuja una sonrisa malévola después. Me río negando con la cabeza y beso la punta de su nariz. Literalmente me manipula como quiere.—Quizás un poco.

—Solo si tú también me las das a mí.

—Míranos, como un par de enamorados.—Mueve las cejas y sonríe con esa sonrisa típica de Anya que podría iluminar todo el cielo de proponérselo. Se levanta lentamente cogiendo una de las mochilas, pero se la quito de inmediato. Me golpea suavemente el brazo, pero luego me lo besa. Yo también me levanto echándome las tres mochilas en la espalda. Ahora mismo me arrepiento mucho de haber ido de compras de ropa. Caminamos lentamente, arrastrando los pies por el brillante suelo. Las baldosas están perfectamente pulidas y tienen patrones circulares dibujados en ellas. El aeropuerto está más concurrido de lo que esperaba, sobre todo por familias con niños. Anya se agarra a la cintura de mi pantalón con un solo dedo y camina a mi lado pareciendo más un zombie que una humana. Busco con la mirada algún restaurante de comida rápida, el cual brilla en colores rojos y amarillos a lo lejos, con muchos niños jugando en el parque habilitado. Veo a los críos salir jugando, tirándose bolas de plástico y sin zapatos, con un montón de padres agotados, con maletas grandes y cojines de cuello.—Si nos salen los niños la mitad de travieso que nosotros, acabaré matándolos.

Sangre: Lazos Rotos. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora