18.-Anya: Oleadas

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No sé que he hecho para que se enfade tanto. Ilya está dándome la espalda mientras el hombre de bata blanca pasa una luz blanca potente por mis ojos. Luego me escucha el corazón y me hace seguir su dedo con la mirada. Ridículo. Lo que yo quiero mirar es a Ilya. No pensé que mi imaginación fuera tan buena, pero tengo que felicitarme esta vez. Normalmente, cuando sueño con él, me besa, me dice que me quiere, me acaricia, estamos juntos durante rato, estirados en la cama, hacemos el amor varias veces, vuelve a besarme... Pero esta vez, es tan real... Porque si él estuviera aquí de verdad, estaría enfadado conmigo, no me besaría. Estaría enfadado porque no me he portado bien.

—Bien, volveré en un rato para hacerle un escáner.—Dice el médico yéndose. Deja el olor de su loción para el afeitado a mi lado que persiste durante segundos. Empujo el aire fuera de mi nariz y miro a Ilya como habla con Camile. Me pesan los ojos pero los mantengo abiertos porque esta calidad no puedo perdérmela.

—¿Más tranquila?—Pregunta Andrew. No entiendo que hace él aquí porque si están aquí no podré disfrutar de Ilya. Aprieto los ojos para que desaparezca pero no lo hace.

—¿Qué haces aquí? Tenéis que iros, si no Ilya se marchará. Lo necesito conmigo.

—Nadie se va a ninguna parte.—Me contesta él. Camile e Ilya se acercan a la cama y me miran.

—¿Cuándo creéis que se le pasaran los efectos?—Pregunta Camile cogida del brazo de Ilya. Me molesta. ¿Por qué la toca a ella y no a mí?

—Apuesto a que cuando sus pupilas dejen de parecer las de un gato.—Se ríe Andrew. Me revuelvo en la cama hasta tirar las sábanas en la cama y todos se apartan.

—Anya.

—¿Por qué la tocas?—Le pregunto a Ilya.— Este es mi sueño. Me tienes que querer a mí, al menos aquí sí.

—No estás soñando. Estás despierta. Drogada pero despierta.—Dice Ilya soltándose de Camile. Así mejor. Mejor. Cojo aire y lo suelto por la boca.

—Eso es exactamente lo que dices siempre. Justo antes de desaparecer.—Me mira con pena. ¿Por qué? ¿Tan patética estoy? Camile y Andrew se alejan de la cama y se sientan en las sillas de color gris que hay en el extremo de la pared opuesta. Por fin a solas son él. Sonrío al ver que me mira, pero no me devuelve la sonrisa.

—Anya, déjate de locuras, de verdad. Esto no te hace bien. Estoy aquí. Soy real.

—Pruébamelo.

—¿Cómo?—Pregunta él.

—No lo sé. Eres tú quien se supone que eres real. Normalmente, no hablas tanto.

—¿Y qué hago normalmente?—Pregunta cruzándose de brazos. Miro como las venas se marcan en su piel, pidiéndome que las siga con la lengua.

—Besarme. Quererme. Susurrar mi nombre.—Me dejo caer en la cama y miro el techo. Menudo aburrimiento de sueño. Lo miro de reojo por miedo a que se vaya.

—Puedo recitarte el contenido de tus cartas.—Dice de repente. Las cartas. Buen truco, pero no lo suficiente.

—El verdadero Ilya no las ha leído, así que amigo, te he pillado. ¡Pero me da igual! ¡Te pareces mucho a él! Eres igual y yo solo necesito que te parezcas lo suficiente como para calmarme.

—¿Por qué? ¿Por qué me necesitas a mí? ¿Por qué no quieres al real?

—A ti no te puedo hacer daño. ¿Crees que Ilya habrá vuelto con Natasha? No debí meterme desde el inicio. ¿Qué más da? Tú estás aquí.

Sangre: Lazos Rotos. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora