5.-Ilya: Inesperado

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Me levanto con el cuerpo de Anya encima del mío. Tiene la cabeza entre el hueco de mis omoplatos y la pierna encima de mi cadera. Necesito moverme para ir al baño y ducharme, pero me sabe mal. Está respirando pacíficamente, totalmente dormida. Quisiera poder ver su cara, porque Anya sin discutir o amenazar es una visión rara y poco frecuente. Intento moverme para verla pero su respiración cambia a una más ligera y menos profunda. Me hielo en el sitio y espero a que vuelva a relajarse. Consigo levantarme y ella se da la vuelta, dándome la espalda. Perfecta, envuelta entre las sábanas, con el pelo trenzado sobre la almohada, derramándose como oro.

Me muevo todo lo que el tamaño de la ducha me permite, dando pequeños saltos para acostumbrarme al agua mientras se calienta. Me lleno las manos de jabón y espero a tenerlo totalmente empapado para empezar a enjabonar usando las yemas de los dedos. No solo Anya dijo que si a casarnos, sino que gracias a la pelea de ayer, lo hemos pactado para hoy. Un juez de paz viene desde el centro de Seattle para casarnos. Alguien de confianza. Un contacto de la base, del teniente coronel. Me enjabono meticulosamente el pelo, que empieza a ser demasiado largo. Mi mente vaga a nuestros problemas y en que si Camile no consigue algo pronto, creo que Anya pierda la cabeza.

Me lavo deprisa el cuerpo para no hacer más ruido y poder arreglarme en paz. Sé que ella va a necesitar más rato que yo para arreglarse y eso me tiene también muerto de curiosidad. ¿Qué se pondrá para casarnos? ¿Irá en uniforme? Planeo vestirme, peinarme y abandonar la habitación a toda velocidad para que Camile pueda venir a estar con ella.



No sé como ella siempre se sale con la suya. Estoy esperando vestido con la camisa negra y tejanos negros junto con Camile. Ella lleva un vestido azul claro y el pelo recogido en un moño bajo. Llevamos diez minutos esperando a Anya, pero no hay rastro de ella. El juez de paz nos mira mal, con la frente arrugada y las cejas en alto. Casi cuando ya iba a irme, alguien pica en la puerta y entonces la veo. Anya lleva puesto un fino vestido de aspecto sedoso de color negro, que se adapta peligrosamente a sus curvas, pareciendo iluminar la sala. El escote es cuadrado y las delicadas tiras que suben por sus hombros parecen casi invisibles. El vestido finaliza en el suelo, largo y delicado. Su pelo perfectamente rizado y su maquillaje ligero, enmarcando sus ojos. Me falta el aire, dándome cuenta de la profundidad de la situación. Anya avanza hasta ponerse a mi lado y sonríe tímidamente. Sus mejillas están teñidas de un adorable color rosa mientras que su perfume inunda la pequeña habitación. No escucho nada, y sé que el juez está hablando. Solo puedo mirarla. 

Honestamente, no creí que llegáramos a esto. Por supuesto lo había soñado, pero tener a Anya en mi vida aún se sentía como un milagro. Me pierdo en los detalles, como el fino collar dorado que adorna su cuello, con un diminuto brillante, sus pendientes de aros dorados finos y ligeros. Es real. ¿Lo es? Me pellizco el brazo hasta que duele. aros dorados finos y ligeros. Es real. ¿Lo es? Me pellizco el brazo hasta que duele.

Lo es.

Es real.

—¿Ilya?—Dice el juez de paz serio.

—Perdone. Dígame.

—¿Quieres recibir a Anya Volkova como tu esposa para quererla, respetarla, serle fiel en la prosperidad y la adversidad, en la salud y la enfermedad hasta que la muerte os separe?

—Si quiero.—Me limito a decir. Levanto la mirada a su cara, donde sus ojos están llenos de lágrimas. Mi corazón parece pararse durante un momento y mi garganta se siente seca. Quiero recordarlo todo.

Sangre: Lazos Rotos. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora