2.-Anya: El análisis

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Huyo sí. Huyo deliberadamente de la señora Keller que ya ha preguntado a varias personas donde estoy. Llevo a Ilya de la mano mientras entramos en la sala de administración donde la señora Anderson me saluda igual de amable que siempre. No ha cambiado absolutamente nada.

—¡Querida! ¿En qué puedo ayudarte?— Se coloca las gafas y pasa las manos nerviosas por su rizado cabello. Las raíces blancas empiezan a crecerle y el contraste con el tinte rojo es grande. Sus amables ojos acarician también a Ilya que se mantiene a mi lado, siendo una masa perfecta de músculos.

—Tengo muchos favores que pedirte.

—Veamos que podemos hacer pequeña Anya.

—Necesito primero un permiso de visitante para Ilya.—Le señalo con la mano y ella asiente corriendo, tecleando algo en el ordenador. —Y además, los formularios para poder tener un matrimonio en la base.— Lo suelto rápido y ella me mira con la boca muy abierta.

—El permiso lo tendré impreso en unos segundos y el formulario puedo enviártelo a tu casillero en unas horas si te parece correcto.

—Muchas gracias, eres la mejor.

—Seguro le dices eso a todas las empleadas.

—Solo a ti.— Me sonríe de vuelta. Esta mujer me ha visto crecer. Fue de las pocas que me entendía cuando era niña. Se lo agradezco otras dos veces cuando me da la tarjeta de visitante de Ilya con una correa para que la pueda llevar colgada del cuello. Se me hace extremadamente raro tenerle aquí, pudiendo pasearlo por ahí y apoyarme en su fortaleza. Tengo algo de miedo de chocarme con Keller y que quiera hacer sesiones juntos porque ella sabe mucha mierda que aunque Ilya sabe, no se puede llegar a hacer una idea de la magnitud.

Salimos de administración con la promesa de visitar a la señora Anderson pronto y por supuesto avisarla de la unión para que pueda venir como invitado a la boda, aunque sea en la base y nada glamurosa. Si alguien me hubiera dicho hace seis meses que iba a estar aquí con Ilya, con planes de casarnos probablemente me hubiera reído de esa persona y luego le hubiera pegado. Caminamos tranquilamente hasta llegar a nuestra habitación. Camile ha dejado las mochilas encima de la cama de matrimonio y aunque la habitación no es grande, cuenta con un baño y una ventana.

—Por fin.—Murmura Ilya cerrando la puerta en su espalda. Me quito los zapatos y los tiro a un rincón. Me coge fuerte de la nuca y me besa con violencia. Cojo aire entre beso y beso, tocándole los brazos y el pecho. El roce con su piel se me hace familiar y hogareño. Me doy cuenta de que necesitaba esto, necesitaba tenerle cerca. Enredamos nuestras lenguas que se tocan sin vergüenza mientras bajo las manos hasta el cierre de su pantalón y lo abro torpemente. Él se ríe y nos separamos un momento para regular nuestras respiraciones. Me empuja suavemente haciéndome caer en la cama, que huele a jabón, probablemente recién lavada. Ilya se sienta encima de mí a horcajadas, sin poner nada de peso encima de cuerpo, lo cual me apena. Sentir su peso encima oprimiéndome un poco el pecho lo hace real. Cojo los bordes de su camiseta hacia arriba, intentando recrear mi vista con sus músculos que dejarían en vergüenza al mismo Hércules. Realmente Ilya está hecho para el disfrute, en todos los sentidos. Su pecho totalmente blanco, sin ninguna imperfección salvo un par de tatuajes, me pide que lo acaricie y así lo hago. Paso los dedos por sus formados pectorales mientras él sonríe prepotentemente. Mi corazón amenaza con explotar cuando levanta la mano y se echa el pelo hacia atrás. Me quita también mi camiseta y casi me arrepiento de no llevar ropa interior más bonita, que no sea solo negra y básica. Bajo sus ojos me siento la chica más sexy del planeta, aunque probablemente tenga pinta de un león despelucado. Tiro de la cadena que cuelga de su cuello delicadamente para acercarle a mi boca. Lamo su labio inferior y lo muerdo, tirando de él hasta que su pecho se toca con el mío. —Llevo esperando esto todo el puto día.

Sangre: Lazos Rotos. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora