No puedo dejar de mirarle las manos a Anya. No sé por qué, pero me siento tan agradecido con ella y su cuerpo que ni siquiera sé como poder compensarlo. Las venas de los dorsos se le marcan mientras coge con fuerza las barreras que rodean la cama, aprieta tan vigorosamente que sus nudillos se vuelven blancos, resaltando las cicatrices pasadas. Paso la mano por su espalda y le acaricio las lumbares, haciendo que gima suave.
—¿Se siente bien?—Pregunto con algo de miedo. Sé que no debería tenerlo porque no es el primero, pero el miedo siempre es el mismo y no empequeñece con los años. Ella asiente una sola vez y luego gruñe con fuerza. Lo noto. La verdad es que noto la sacudida en su cuerpo, como se retuerce de dolor, casi como si la hubieran electrocutado. —Anya, dime como ayudo, dime que hago.—Le suplico y levanta la cabeza para mirarme. Si sus ojos suelen mirarme con amor, no hay rastro de ello ahora. Ni una pizca.
—Es el último, Ilya. Prométeme que es el último.—Gruñe y me obligo a cerrar la boca para no reírme. Parece darse cuenta porque suelta el plástico de la cama y me coge el brazo con fuerza.—Prométeme que es el último o te juro que te romperé el brazo en tres.
—Prometido. Me haré una vasectomía si quieres.—Le digo totalmente en serio. Pienso en Kolia, Alyeska y Misha, todos con Camile, cuidados y protegidos mientras Anya trae a nuestra niñita al mundo. Está tan hermosa... Tan bonita que podría llorar.
—Ya te digo yo que sí. No sé como me dejé convencer cuando Misha aún es un bebé.
—Es que follo bien.
—Follarás bien igual con la vasectomía.—Me ruge y me suelta el brazo para coger la barrera de la cama de nuevo. Grita tan fuerte que hace que me agache a su lado, asustado.
—Dame la mano, peligro. Apriétamela para calmar el dolor.—Le sugiero y lo hace. Casi me arrepiento, pero me esfuerzo por no quejarme ni hablar demasiado. El dolor por el que está pasando el inhumano y no sé como sigue consciente.
—Mierda Ilya...—Se queja y se deja caer sobre la cama. —Llama a la enfermera, necesito... Necesito que el dolor...—No logra acabar la frase porque una contracción la interrumpe, haciendo que cierre la boca y los ojos de golpe. La brutalidad de su agarre me hace crujir los huesos de la mano, así que con la otra aprieto con fuerza el botón para que vengan a ayudarla. Necesita la epidural. O lo que sea. Algo. Cualquier cosa. —Hijo de puta. Ni un bebé más.—Grita cuando oigo los pasos de alguien más.
No le suelto la mano, pero sí que me aparto un poco para que la enferma de pelo rizado y negro pueda ayudarla. La mira primero debajo del camisón y luego el monitor donde los latidos del corazón de Anya suenan fuerte.
—Vale, querida, ya queda poco. Dentro de poco tendrás que empujar.—Advierte y yo me lleno de nervios. En breve tendremos a la pequeña Ekaterina en casa, haciendo ruido, llenando de lloros y risas las paredes y, en unos años, jugando con sus hermanos... Una pequeña lágrima quiere salir de mi ojo izquierdo, pero la freno para darle toda mi atención a Anya, que gruñe ferozmente.
—Tendría que haber acertado con la bala. Tendría que haberte apuntado a los huevos.—Grita y la enfermera me mira, sorprendida.
—Ni caso, es una enferma mental.
—мудак ублюдок.—Me llama bastardo gilipollas y me aprieta la mano con más fuerza. La enfermera no dice nada, solo sonríe, supongo que incómoda o sorprendida. Le acaricio el pelo con la otra mano y le soplo en la cara.
—Anya, respira hondo. Como hemos practicado, ¿te acuerdas?
—Es el puto cuarto bebé, creo que sé como funciona.
—Pues hazlo.—Le digo y me mata con la mirada. —Te infinito, ¿lo sabes, verdad? Eres lo más valioso que tengo.
—Luego te diré que yo también te infinito, ahora mismo...—Aprieta la mano de nuevo y cierra los ojos con fuerza. No conozco a nadie más fuerte que ella, ni más temperamental. Espero pacientemente a su lado mientras más gente entra, preparándose para traer al mundo a mi pequeña.
Tiene sus ojos. La pequeña tiene sus ojos. Miro la carita de mi niña, algo sonrosada mientras lucha por mantener los ojos abiertos. Anya duerme con el pelo suelto y estirado en la almohada, con la sábana tapándole hasta el pecho. Está agotada y dudo que pueda hacer algo que no sea dormir. Miro de nuevo a Ekaterina, que tiene los ojos claros de Anya, con ese mismo tinte meloso que es irresistible y tan característico. Gracias a dios tiene sus ojos, porque sería una pena que se perdieran. La niña mueve un brazo, como si le molestara verme cerca, así que le pongo la mano encima del estómago, cubriéndola entera. Parece suspirar y entonces cierra los ojos de manera adorable. Espero hasta que se duerma para separarme e ir a besarle la frente a Anya, solo para agradecerle de manera rápida que me haya dado una familia. Empezamos siendo huérfanos y sin hogar, solo unidos por una misma causa y ahora... Me ha dado una familia. Una familia por la que luchar y a la que amar. Vuelvo a besarle la frente y ella sonríe.
—Siempre has sido un gran bebé.—Murmura.—¿Es bonita?
—Tiene tus ojos.—Creo que con eso lo resumo, la verdad. Eso le hace la suficiente justicia. —Es perfecta.—Eso está mejor.
—Ha sido la última.—Advierte y yo asiento y le cojo la mano para besársela.—Familia completa.
—Familia completa.—Repito y le beso los nudillos de nuevo.—Faltaría un perro.
—No tientes la suerte, Ilya.—Me amenaza y no puedo evitar reírme. Anya me ha dado tanto...
—Cuando te recuperes, construiremos fuertes, para que nuestros hijos crezcan jugando como nosotros.
—Buena suerte atrapando a Kolia y Alyeska en el mismo sitio.—Ambos nos reímos, lo cual me recuerda que tengo que llamar a Camile y enviarle una foto de Ekaterina. —Te infinito, Ilya.
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Sangre: Lazos Rotos. ✔️
Roman d'amourSegunda parte de Sangre: Falso matrimonio. Anya e Ilya deben tomar una importante decisión. Alguien la persigue, la ha marcado como objetivo y deben decidir qué rumbo tomar. El pasado no resuelto les atrapará y pondrá a prueba el amor que se profes...