6.-Anya: Necesidades

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Me despierto antes que Ilya. Duerme pesadamente, respirando tranquilamente con la cara hacia el otro lado. Me tumbo encima de su enorme espalda y beso despacio cada trozo que puedo. Tiene pequeñas pecas en los hombros, apenas perceptibles. Quiero un tatuaje conjunto, algo que nos represente a los dos juntos después de tanto tiempo. Apoyo la cabeza entre sus hombros y aspiro el olor de su pelo. Cierro los ojos y me dejo llevar durante un rato más. Total, la alarma me despertará.

—Mi vida, despierta. Anya. —Lo repite tres veces antes de que yo sea capaz de abrir un ojo.

—No.

—¿No qué?

—No me quiero levantar.— Gruño un poco y él se ríe.

—Tienes trabajo.

—Joder. No.

—Sí.— Insiste Ilya.

—¿Voy tarde?—Pregunto con un solo ojo abierto aún. Él niega con la cabeza. Abro el segundo ojo para poder mirarle como se merece. Tiene el pelo revuelto, totalmente despeinado y los ojos algo hinchados. Brillan en preciosos tonos azules tan profundos que me veo obligada a apartar la mirada.

—Tienes como quince minutos.

—Suficiente como para...—Levanto la cabeza buscando sus labios pero él pone el dedo indice sobre mi boca.

—No. Tienes que prepararte e irte. Te buscaré en tu descanso y te arrastraré a algún baño.

—Pervertido.

—Te gusta.

—Ya.—Reconozco quitándome la sábana de encima. Estiro las piernas y me pongo de pie, sintiéndome pesada y no descansada. Recuerdo la noche y el motivo por el cual estoy cansada. Niego con la cabeza mientras me masajeo los hombros. Camino desnuda por la habitación bajo la atenta mirada de Ilya. Está sentado en la cama, apoyado contra el cabecero, con las manos detrás de la cabeza. —¿Algo que decir, Zolotov?

—Tápate rápido porque...— Señala con la mirada hacia la erección que se forma debajo de las sábanas. Me río mientras busco una goma de pelo para hacerme una coleta. Ni siquiera me voy a molestar en lavarme el pelo o echarle alguna gomina. Encuentro la goma y el cepillo y los cojo para peinarme. Desenredo mi pelo con fuerza, sin ningún tipo de cuidado, aunque sé que debería. La visión de chupetones desde mi cuello hasta mi ombligo me escandalizan.

—¡Ilya!—Me giro para mirarlo pero en lugar de sentirse mal parece orgulloso.

—¿Sí, esposa?

—¿Qué mierda?

—Mía.—Pronuncia la palabra despacio.

—Dios santo, llevo tu apellido y un anillo. No puedes marcarme así. ¿Qué imagen de respeto voy a dar ahora?—Me toco la piel sensible donde tengo las marcas amoratadas.

—La imagen de que tienes un ruso peligroso y posesivo a tus pies.—Por algún motivo que no quiero explorar esa frase me pone, erizándome la piel. Debería estar enfadada porque yo no soy propiedad, no soy un animal que pueda pertenecer a un humano pero...

—Esto no va a quedar así, voy a vengarme.—Le indico vistiéndome rápidamente. Me pongo una camiseta de manga corta con el cuello más alto posible y los pantalones del uniforme.

—Impaciente me encuentro, señora Zolotova.—Me sonríe con tanto carisma que no puedo evitar reírme de vuelta. Menudo imbécil arrogante. Busco las bambas y me las pongo. Reviso mi imagen en el espejo antes de irme. Casi todos los chupetones están cubiertos salvo los del cuello. Joder. —Eh, un beso antes de irte.— Ruedo los ojos y obedezco, acercándome a la cama. Me apoyo en el colchón y beso su nariz primero. —En la boca, peligro.

Sangre: Lazos Rotos. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora