23.-Ilya: De vuelta a casa, y no es navidad

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Me mato de la risa viendo la cara del operador de seguridad del aeropuerto. Me cruzo de brazos sin más, esperando a que me escaneen en busca de algo peligroso, cuando en realidad, tendrían que tener más cuidado con el saco de cincuenta kilos que es mi esposa. Camile y Anya llevan rato parloteando de ropa, más bien luchando, discutiendo y burlándose la una de la otra. Anya deja el permiso de armas en la mesa y saca el maletín con las armas. El hombre la mira dos veces junto con el carnet, el pasaporte, y la placa. Hace una mueca que no logro catalogar y nos deja pasar. Camile suelta algún comentario enfadado por tener que quitarse los zapatos porque según ella le rompe todo el sentido a su conjunto de ropa. Tras un exhaustivo control, por fin logramos subir en el avión. He dejado que se sienten juntas y yo en el asiento de detrás, compartiéndolo con un chaval que apenas tiene que tener dieciocho años. Lleva puestos unos auriculares enormes y juega a la consola con los ojos muy fijos en la pantalla. Me acomodo en el asiento y me centro en dormir porque sé que en cuanto el avión despegue voy a tener ganas de vomitar. Siento el movimiento en asiento de al lado pero no digo nada, ni siquiera abro los ojos. Los mantengo cerrados con fuerza para que en cuanto empiece a moverse el avión no me afecte tanto. Por un momento el olor de Anya me azota la cara y la imagino moviendo su melena en el aire, haciéndose una coleta o algo por el estilo. Me revuelvo en el asiento sin llegar a tocar al chico, pero algo me roza el hombro y se apoya en mí. Abro los ojos de par en par.

—No iba a dejar que pases miedo solo.— Anya sonríe anchamente, haciendo que mi corazón de un vuelco. Levanto la cabeza para ver al chico, sentado al lado de Camile, con los cascos aún puestos.

—¿Cómo?

—Te sorprendería lo que consigues con un billete.

—No mientas, es porque estás buena.

—¿Cómo de buena?—Pregunta acercándose a mi boca. Tengo que recordar que estamos en un sitio público porque todo lo que quiero hacer es sentarla encima de mí y metérsela en cada agujero posible. Acerco mi cara un poco más y dejo un casto beso en sus labios.

—Eres mi plato favorito.—Admito sacándole un ligero color rosa en las mejillas. No hay nada mejor que tenerla mi lado en un vuelo tan largo, aunque me sabe mal por Camile.

—Que atrevido señor Zolotov.

—No se sonroje señora Zolotova, o tendré que arrastrarla al baño.—Los dos nos reímos, aunque espero que sea consciente de que me importaría una mierda lo que piense la gente, la arrastraría con gusto hasta el baño solo para poder meterle mano y besarla sin limitación.

—Deberías dormir un poco.

—¿Tengo mal aspecto?

—De hecho no. Tienes la cara radiante, como sí...

—Como si me hubieran follado durante horas, ¿no?—Pregunto poniendo la mueca más inocente que puedo. Ella asiente mordiéndose el labio inferior y niega con la cabeza deprisa. Se acerca a mi oido y empieza a susurrar.

—No hagas esto. No me pongas cachonda.

—No lo hagas tú.—Le exijo y emite un ruido en protesta. Me pega en el brazo y se ríe bajito.

—Yo no hago nada. Eres tú quien va diciendo guarradas recordándome lo de anoche.

—Me provocas con solo respirar, peligro.—Pone los ojos en blanco sacándome una risa.—Me gusta eso.

—¿El qué?

—Cuando pones los ojos en blanco.— La miro fijamente para que pille mi broma y me golpea con fuerza en el brazo. Me pica durante unos segundos, incluso llega a dolerme. Camile se gira y nos mira confundida.

Sangre: Lazos Rotos. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora