44: Mo Yang pasa tiempo a solas con su hijo.

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Nadie lo notó, pero hasta ese día Mo Yang nunca había estado a solas con su único hijo. Siempre que se encontraba en riesgo de permanecer junto al bebé sin compañía, el príncipe se escabullia de la habitación y llamaba a los sirvientes para que se hicieran cargo del bebé.

Era un actitud bastante vergonzosa. Sin embargo, no quería quedarse solo con el bebé. El por qué, era algo que sólo él mismo sabía.

—Esposo. ¿Puedes cuidar al principito? Voy a ver al tío Zhang— dijo Shen Lian entregándole el bebé a su esposo.

—Shen Lian…

—¡Regresaré pronto!

El príncipe parecía consternado al ver que su esposa se iba, dejando a su hijo como la única compañía de Mo Yang.

Cuando no hubo nadie más en la habitación con ellos, Mo Yang finalmente observó la pequeña y frágil criatura que se retorcía en sus brazos. Su hijo. Su heredero. Mo Ting.

Los dos príncipes se miraron el uno al otro. Ninguno parpadeó e incluso parecía que se estaban evaluando con esa imperturbable mirada.

Mo Ting: ¡Madre es mío!

Mo Yang: Shen Lian me perteneció primero.

Shen Lian se habría reído de haber presenciado la muy infantil disputa que se desarrollaba entre sus dos muchachos favoritos. Tanto el Mo Yang como Mo Ting compartían la misma sensación posesiva sobre el joven Shen. Ambos buscaban reclamar su atención.

Muy pronto, el principito pasó a ignorar a su padre para concentrarse en los adornos que colgaban de su túnica escarlata. Mo Yang frunció el ceño mientras veía a Mo Ting entretenerse y reír inocentemente. Él habría dado cualquier cosa por tener una infancia tan agradable.

Ser el único heredero del emperador era una carga demasiado difícil como para que un niño pequeño lo manejara. Cómo si aquello no fuera suficiente presión, Mo Yang también era el único hijo legítimo de su padre. Debido a todo ésto, en realidad nunca tuvo la oportunidad de jugar o reír con sus padres.

Desde que podía recordar, su vida sólo había estado enfocada en la preparación necesaria para hacerlo un digno heredero del trono imperial, ya que era el único con derecho a hacerlo. Su tío no era el responsable, pero una minúscula parte de él aún lo odiaba por ello.

Fue envenenado demasiadas veces. Estuvo cerca de morir, todo por las órdenes de una celosa concubina que no quería dejarlo ascender al trono. Y a pesar de eso, no pudo llorar o ser consolado por su madre. Tres horas después, tuvo que regresar a sus clases regulares sin quejas.

Tal vez por eso Shen Lian le atrajo tanto desde la primera vez que lo vió disfrutando la belleza del bosque. En él encontró toda esa inocencia e ingenuidad que deseó tener durante su infancia.

Nostálgico, Mo Yang juró que protegería a su hijo de todos esos deberes. Su pequeño Mo Ting nunca tendría que probar el dulce y mortal sabor del veneno. Nunca tendría que luchar para sobrevivir. Si podía, haría que su hijo vivieras con la misma libertad que tuvo Shen Lian.

En el fondo, lo único que Mo Yang quería era ver a su hijo feliz. Puede que se pusiera celoso al no obtener toda la atención de su amado ahora, pero nada de esa hostilidad era seria. Tan sólo estaba experimentando las emociones que en su juventud no pudo.

¿Acaso era tan malo que lo hiciera?

El principito balbuceó algo ininteligible, golpeando sus diminutos puños contra la ropa de su padre.

Mo Yang trató de sonreír. Aunque trató, le fue imposible hacerlo cuando no se sentía dispuesto. Usualmente la única persona que lograba hacerlo feliz era Shen Lian, su bella esposa.

La esposa del soberano. (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora