4: ¡Señor Mo, ayuda!

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Habían tantas cosas en la mente de Shen Lian que apenas y registró el hecho de que la reunión había acabado hacía veinte minutos. El joven se sentía como si estuviera atrapado en una burbuja, de la que no podría salir sin ayuda. Todo lo que pasó luego de la muy dramática salida de Shen Wei pasó frente a sus ojos como una imagen borroso que le fue imposible descifrar. Si bien recordaba haber hablado cuando el emperador se dirigía a él, el resto de la reunión se había borrado de su memoria.

De pequeño, su madre decía que Shen Lian era como un pequeño pajarillo que sólo conocía una canción, y cuando otra melodía empezaba a opacar su canción, ese pajarillo tenía problemas para recordar cuál era su canción. Así sé sentía él. La velocidad de los eventos que ocurrían a su alrededor lo había dejado en un leve estado de confusión, uno que por el momento le impedía grabar en su memoria todos los sucesos de ese día.

Era demasiado. Llevaba sólo unos minutos allí, y ya sabía que la vida en la corte sería demasiado estresante para su pobre y delicada mente.

—Joven Shen.

Shen Lian siempre fue un chico asustadizo. Incluso se asustaba cuando su madre le hablaba sin antes anunciar su presencia. Y en ese momento estaba nervioso, confundido y ligeramente asustado. No fue una sorpresa que soltara un grito más agudo de lo que un hombre debería.

Cuando se dio cuenta de que sólo era el sirviente que le asignaron quien lo había llamado, Shen Lian se permitió calmarse, aún sujetándose el pecho para tranquilizar los erráticos latidos de su corazón. Dejó salir el aire que retenía, y su voz se quebró levemente.

—Zhao Yuan, no me asustes así...— sonaba alterado, como si aún se sintiera asustado.

—Lo lamento, Alteza.

Shen Lian no quería avergonzarse más a sí mismo o a su fiel ayudante, por lo que trató de calmarse rápidamente. Después de lograrlo, se enfrentó a las miradas entretenidas de los sirvientes y el emperador. El único que parecía ajeno a su momento vergonzoso era Mo Yang, quién aún permanecía con su expresión estoica.

Nervioso, Shen Lian esbozo una pequeña sonrisa. Tras notar la mirada poco entretenida de Zhao Yuan, el muchacho la borró de su rostro. La gente de la corte era demasiado seria para Shen Lian.

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El palacio era una de las estructuras más grandes en todo el imperio, y muy pocos habían logrado pasar más allá del salón principal. Aunque había rumores de la verdadera apariencia interior del palacio, nadie ajeno a la familia real la conocía de verdad.

A medida que Shen Lian se adentraba en los innumerables pasillos del palacio junto a su guía Zhao Yuan, sus ojos se abrían de asombro al notar los detalles e incrustaciones de oro que adornaban cada pared que pasaba. Él, que había vivido en una cabaña toda su vida, se sentía como un extranjero en tierras desconocidas. Se detenía momentáneamente, obligando a Zhao Yuan a llevarlo del brazo.

Shen Lian debía aprender a mostrarse indiferente si no quería seguir avergonzandose frente a los otros miembros de la corte. Eso era bastante obvia para todos, a excepción del propio Shen Lian, quién sólo tenía interés en apreciar la belleza del palacio.

Zhao Yuan lo llevó hasta una habitación. Ésta tenía una decoración menos elaborada que la del resto del palacio, por lo que parecía fuera de lugar entre las puertas cubiertas de oro. Era perfecta para Shen Lian, que se veía como una preciosa flor en medio de una laguna.

Le dijeron que esa era su habitación, y que se encontraba cerca de la Mo Yang en caso de que éste requiera su presencia en cualquier momento. En realidad a Shen Lian no le importaba mucho saber sobre los otros habitantes del inmenso palacio, pero consideró que sería maleducado decirle eso a su sirviente asignado. Escuchó con atención las palabras de Zhao Yuan, aunque se moría por dejarse caer en la cómoda cama y pensar en todo lo que había ocurrido ese día, desde ser insultado por extraños hasta ser protegido por su futuro esposo, el príncipe.

La esposa del soberano. (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora