MORT ━ Levi Ackerman [Male OC]

II.

Año 825.

El cuerpo del niño de cuatro años cayó sobre el suelo, raspando sus rodillas y provocando que los ojos del pequeño Dan se llenarán de lágrimas, sin mencionar el ramo de diversas flores que había caído y rodado hasta llegar al camino de tierra.

Él lo observó, la mayoría de las flores se encontraban totalmente dañadas y las pocas que no, era eso, pocas.

Dan suspiró y tragó saliva, había prometido llevar ese ramo de flores a su madre y no pensaba rendirse, sin importar qué, le llevaría una flor para poder verla sonreír.
Intentó ponerse de pie, quedándose quieto otra vez al sentir como su tobillo comenzaba a doler.

Los hombres no pueden llorar.

Recordó las palabras que la policía militar le había dicho cuando salían de Sina, arrugando la nariz y dejando que las lágrimas bajaran.

Llorar se sentía bien para él, ¿por qué ese soldado le había dicho eso? Era absurdo que un tipo más grande que él no pudiera explicárselo correctamente, era molesto que su padre lo hubiera alejado antes de poder enfrentarlo.

Claro que Dan podía llorar, su papá se lo había dicho, que podía hacerlo.

── ¿Quién eres? ─ Dan observó a la persona de la que provenía esa voz, observando a una niña de lentes y peinado extraño frente a él ─ Papá dijo que un niño había robado flores del jardín de la señora Agner, pero tú no las tienes ─ Dan señaló las flores y la chica de lentes señaló sus labios cerrados ─ Es nuestro secreto, ladrón.

Dan intentó ponerse de pie, no confiaba en esa chica de peinado extraño.

── ¿No sabes caminar? Es muy sencillo, tienes que apoyar tus pies sobre el suelo y moverlos, ¡es muy fácil ─ la chica había comenzado a correr alrededor de Dan, riéndose y dando un par de saltos mientras lo hacía.

El menor se limitó a observarla, ella parecía no lastimarse aún después de todo lo que hacía.

Es muy fuerte.

Dan rió cuando ella cayó sobre el suelo, a unos metros de él y sin dejar de reír.

Las lágrimas habían dejado de caer y ahora se encontraban secas sobre sus mejillas.

── No sé cómo te llamas, ladrón ─ Dan abrió los labios, aquella niña comenzaba a agradarle más que los niños con los que jugaba en Sina, aquellos niños que no habían dudado en dejar de hablarle cuando su padre confesó que había vendido su hogar para pagar la medicación de su madre ─ No tengo muchos amigos, todos dicen soy rara, ¿tú eres mi amigo, ladrón?