Al caer el sol, fueron colocadas las antorchas en los sembradíos cercanos al castillo. No conocía muy bien esa tradición ya que siempre se encontraba haciendo algún encargo para el boticario durante esa época, como si el viejo quisiera mantenerla apartada de todo eso.
Los días pasaban rápido, se dio cuenta Dwyer, mientras ella estaba distraída haciendo las tareas de Amaris o practicando con nuevas plantas remedios para los asesinos. Había encontrado una forma de mezclar la caléndula con un extracto de valeriana, y un poco de para crear un ungüento que ayudaba a Sairus con el dolor en sus manos. Dwyer se había percatado aquel día en el rio, de que los dedos amorfos del guerrero y sus manos llenas de cicatrices se retorcían de cierta forma en los días fríos.
Así que comenzó a llevar pergaminos, notas, un libro para cada guerrero. Decidió que necesitaba saber su edad, que heridas habían sufrido a lo largo de su vida, a que cosas eran alérgicos. Descubrió gracias a Esbirrel, que todos ellos eran resistentes a los venenos, ya que desde que ingresaron a la élite, Gabriel hacía que mezclaran pequeñas dosis con sus comidas y bebidas. También apuntó eso, porque era importante saber que a Deméter no podía darle el antídoto para la belladona, porque era alérgico a las nueces y almendras. Así que lo mejor que debían hacer por él era obligarlo a vomitar los venenos. Práctico pero no siempre efectivo.
Sabía que para el cicuta no había antídoto, así que una pequeña muestra de eso y estarían muertos, según los libros, era lo más letal que existía. Eso descartando el veneno de las Nagas, aunque estas no hayan sido vistas hacía más de cien años.
Dwyer se encargaba de tomar notas de todo eso, se dedicó en cuerpo y alma a ese estudio, si con ello podía salvar la vida de alguno. Tal vez se había encomendado a esa tarea para mantenerse ocupada, pero la verdad era que se había sentido completamente inútil cuando le fueron arrancados los dedos a Marion y ella no sabía reconocer sus síntomas.
Aunque en su defensa, estaba desubicada en lo que a maldiciones respectaba.
Y el que los asesinos se comportaran poco comunicativos sobre sus lesiones, heridas, alergias o sobre su propio pasado, no la ayudaba en nada.
Así que simplemente comenzó a prestarles atención, sobre lo que comían, de que se quejaban, si alguno cojeaba o encogía demasiado los hombros en busca de alivio en la espalda alta. De esa forma había descubierto que Sairus usaba los guantes, no para ocultar sus cicatrices, si no para conservar un poco de calor en sus manos.
Era de su conocimiento que si ese libro caía en manos de sus enemigos, sabrían como derrotarlos, pero al hablarlo con Gabriel, el líder se comportó interesado, aunque poco amable cuando con una sola frase despidió a Dwyer:
―Si puedes hacerlos hablar de sus debilidades, adelante― eso había dicho Gabriel.
Y la sanadora se daba cuenta de que era complicado tratar de ayudar a quien no quiere ser ayudado. Pero no podría vivir con la culpa si alguno de ellos moría bajo su cuidado, ahora que la habían nombrado sanadora de la élite. No es que fuera un título oficial, sin embargo, cada vez que alguno resultaba herido, recurrían a ella.
Como Abel después de sus torturas. Deméter al lastimar su hombro derecho por lanzar mal una lanza. Esbirrel con una extraña infección en la piel, producto de nadar en agua sucia, Dwyer no se molestó en preguntar lo que estaba haciendo. Marion con sus dedos después de la montaña maldita de Virum. Taisha a veces resultaba lesionada en la parte baja de una de sus piernas, según ella era una herida vieja, de cuando su padre la mantuvo atada a un poste cuando era una niña. Sairus únicamente tenía el problema de sus dedos, y agradeció a Dwyer por el ungüento. Gabriel dijo de manera simple que a veces le costaba respirar cuando el clima era cambiante, la sanadora tomó nota de eso, para días después entregarle manzanilla y eucalipto, traídos desde las tierras del sur, con el objetivo de que bebiera un té de la combinación cada noche antes de dormir.
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El Último Oráculo
FantasíaUn poderoso reino. Dos experimentados asesinos. Tres leyendas para niños. Cuatro reyes que luchan por un mundo. Cinco diferentes criaturas. Seis guerreros de Élite. Siete elementos del destino. Ocho hijos que quieren un trono. Nueve décadas de...