CAPITULO 3.-

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Adam vio cómo su hermano salía de la carpa de la chica. Apostaría sus últimas monedas en que estaba por avisar a Gabriel.

Giró sobre su propio eje y detuvo uno de los ataques de lanza que Deméter lanzó contra él. No sabía porque al hombre le gustaban tanto las lanzas, siempre terminaban hechas trizas en los entrenamientos contra él o contra su hermano. Aunque en batalla, Deméter era tan letal como cuando Abel no estaba peleando en serio.

Deseó reírse de ese pensamiento.

―Es suficiente― dijo Adam en voz alta, esquivando otro ataque, aún estando distraído―. Perdiste desde el momento en que elegí el campo de batalla.

El hombre rechinó los dientes y lanzó un nuevo ataque contra Adam. El chico puso los ojos en blanco y de un rápido movimiento esquivó la pica, dio dos pasos hacia atrás, sacó la daga de su cinturón y partió la lanza en dos partes, dejando a Deméter totalmente atónito. Eso sucedió en muy poco tiempo, pues ya tenía preparado todo en su mente, incluso antes de que sucediera.

Adam, ya harto de estar practicando, le quitó lo restante del arma a su compañero.

Deméter levantó las manos en señal de rendición.

―En el campo de batalla no hay piedad― dijo Adam―. No hay nada más que sed de sangre ¿Recuerdas?. En una pelea de verdad ya estarías muerto.

El hombre asintió.

―Ya empiezas a sonar como Abel― le reprochó.

Adam sonrió y resopló.

―Sí, como no. Ahora viene la lección sobre lealtad y todas esas porquerías.

Ambos soltaron una risa. Deméter le dio una palmada en la espalda y juntos caminaron hacia donde todos se reunían en torno a la fogata.

El guerrero rubio de dio cuenta de que su hermano ya había vuelto a la carpa acompañado de Gabriel.

― ¿Qué haremos con la zorra?― preguntó Merion.

―Por mí que se la den a las bestias del bosque― replicó Esbirrel.

― ¿Y haber pasado por todo eso sólo para abandonarla?― ironizó Adam.

―Hay que matarla― dijo Taisha mientras escupía en el suelo―. Solamente nos traerá problemas. Ya hemos perdido a más de la mitad del ejército y eso que aún no cruzamos el bosque.

A pesar de que era la única mujer del grupo, la única fémina que había sido tan fuerte como para lograr unirse a los Guerreros de Elite, a pesar de eso, ella era la más maleducada, tosca y poca femenina mujer que Adam había conocido.

Por ese motivo no intentaba nada con Taisha... bueno, también porque tenía miedo de amanecer sin su hombría. Esa chica estaba completamente loca y nada ni nadie la haría cambiar nunca.

Taisha tenía una parte de su cabeza rasurada y en la otra su cabello colgaba hasta su cintura tejido en una trenza muy gruesa de color negro azabache. Sus ojos eran muy grandes y de color marrón, su piel morena y quemada por el sol.

―Como sea― respondió Adam mientras hacía tronar su cuello―. No vamos a poder matarla o abandonarla.

― ¿Y por qué no?― replicó Merion poniéndose de pie.

Adam sonrió altaneramente.

―Abel ha sido nombrado su protector. Al menos hasta que el viaje termine.

El Guerrero abrió los ojos con sorpresa y guardó su arma, justo como Adam supuso que sucedería. Nadie quería enfrentarse a su hermano.

Únicamente Taisha estaba lo suficientemente loca como para pedirle que entrenara con ella. Era más que obvio que Abel se contenía.

El Último OráculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora