Advertencia:
Este capítulo puede incluir lenguaje ofensivo y algunas escenas subidas de tono.
Espero que les guste!
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Solía reclamar a los Dioses por haber nacido bajo las estrellas unidas, también solía arrepentirse de ese pensamiento casi al instante.
Él no era quien para ir en contra de la voluntad de los Dioses Ixba y Huna, cuyas estrellas se alinearon cuando él y su gemelo Marlath llegaron a ese mundo.
Aunque tampoco entendía porqué debía llevar esa carga por culpa de dos Dioses que no hacían más que ver los reinos desde su propio palacio en los Ocasos.
Con pesar se dirigió a la zona donde se encontraban las tabernas y los burdeles más bajos de ese reino: El callejón del olvido.
Fue directamente al burdel de Madame Cyrella, a quien ya conocía, y mucho de su oro ya pertenecía a la mujer robusta y sudada de mirada penetrante, quien debió haber sido hermosa en su juventud, sin embargo el vender su cuerpo para mantener sus otros vicios, cobraba todo en la vejez.
Jusbath empujó la puerta, el olor a opio y vino rancio lo golpeó fuerte, así como la persistente peste a sudor, el sonido de cuerpos fornicando. Algunos a simple vista, otros pedían una habitación con su puta favorita por un par de monedas más.
Los tapices rojos estaban casi cubiertos por el humo, impregnados de toda la porquería.
La bilis amenazaba en su garganta al imaginar los sillones, mesas, sillas, camas, alfombras... todo ello cubierto de diferentes fluidos.
Jusbath siempre había sentido repulsión por aquello que a Marlath apasionaba o enviciaba.
Paseó la vista por el lugar, encontrando a una joven desocupada, quien miraba con curiosidad desde la pequeña escalera. Ella estaba de pie sobre el cuarto escalón, usando la barra de la escalera de apoyo para inclinarse al frente y obtener una mejor vista del salón principal.
―Oye― exclamó Jusbath.
La joven parpadeó dos veces antes de verlo, fruncir el ceño y señalar su propio pecho con un corto y regordete dedo.
―Si, tú― gruñó con poca paciencia―. Ve y encuentra a mi hermano, puta.
Jusbath sabía que cualquiera de esas mujeres conocía a su gemelo. Las únicas tres diferencias eran: el cabello que Jusbath llevaba atado en una descuidada coleta, Marlath lo usaba corto, casi pegado a la cabeza; la cicatriz pequeña de Marlath en la ceja izquierda y las tres estrellas guías que Jusbath tenía tatuadas en la mano derecha.
Aunque cuando era más joven, despreciaba las marcas en el cuerpo, al crecer aprendió a apreciarlas y encontrar utilidad en ellas. Como marino, era su deber aprender sobre los mapas de estrellas y sobre el mar. Si se perdía o las nubes cubrían el cielo, el tatuaje en su mano le mostraría el camino, eso y la dirección del viento.
― ¿Quién en todo el abismo es su hermano?― inquirió la joven molesta.
Ella había colocado las manos sobre la cintura, como una jarra. Si no fuera por su baja estatura y cuerpo regordete, tal vez habría tomado en serio ese enfado.
― ¿Me hablas de esa forma? Maldita campesina― replicó, sintiendo una extraña risa histérica formarse en su pecho, pero la reprimió, igual que reprimía todas sus emociones.
―Primero soy una puta, y luego una campesina― respondió mientras recogía sus faldas de color rosa fuerte para bajar los escalones restantes y enfrentarlo.
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El Último Oráculo
FantastikUn poderoso reino. Dos experimentados asesinos. Tres leyendas para niños. Cuatro reyes que luchan por un mundo. Cinco diferentes criaturas. Seis guerreros de Élite. Siete elementos del destino. Ocho hijos que quieren un trono. Nueve décadas de...