CapÍtulo 1

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Maldición, otra vez iba tarde, pero no podía resistir la tentación de hacer una parada por mi café matutino, El Rincón aromático. Es una pequeña joya escondida en medio del bullicio de la ciudad. Desde fuera, parece una cafetería modesta, fácil de pasar desapercibida. Pero una vez que cruzas su umbral, te envuelve el aroma irresistible de café recién hecho y medialunas horneadas a la perfección. El local es acogedor, con sillas y bancos afuera donde puedes disfrutar de una taza de café bajo el sol de la mañana. El interior es igual de encantador, con espacio para apenas diez personas, lo que crea una atmósfera íntima y hogareña. El mostrador, de un hermoso verde desgastado, exhibe una pizarra llena de variedades de café escritas a mano, desde el espresso más fuerte hasta el latte más suave. Aunque es un rincón medio escondido, siempre está lleno de personas. No hace falta decir que la fila por las mañanas es interminable, pero merece la pena por mi adorado ChocoCrema Delights, un café con un sabor a chocolate y crema delicioso, perfecto para comenzar mi día. Aunque, claro, no tan perfecto cuando tengo que enfrentarme al señor narcisista, Aaron Kèldysh.

Aaron y yo somos los socios mayoritarios de GlobalDrive Technologies. Esta empresa es el legado que nuestros padres nos dejaron. Ellos la fundaron desde muy jóvenes y, hace aproximadamente 5 años, nos la entregaron, para que pudieran disfrutar viajar y vivir su vida como quisieran. Lo único que no tuvieron en cuenta fue lo mal que nos llevamos, Aaron y yo. Ambos tenemos personalidades fuertes y chocamos con frecuencia. Cada uno quiere tener la razón, aunque nos complementamos en lo que respecta a nuestros conocimientos, ya que Aaron se enfoca más en la parte mecánica y nuevas tecnologías, mientras que yo me dedico principalmente a la publicidad y temas administrativos. Somos imparables a la vista de los demás y supongo que a la vista de nuestros padres, ya que por eso nos dejaron a cargo, pero íntimamente no podemos vernos. Tenemos una rivalidad de hace años y hemos pactado hacernos la vida imposible en cuanto podamos. ¿La razón? A estas alturas, ni siquiera recuerdo cómo comenzó todo, pero no iba a ser yo quien cediera primero.

Hoy tenía que llegar temprano a la empresa, teníamos que realizar una entrevista de trabajo para encontrarle un asistente a Aaron. Según él, está abrumado con el trabajo y no puede lidiar con todo por sí solo, y considera inaceptable que yo tenga un asistente y él no. El dilema radica en que, inevitablemente, todas las asistentes que contratamos terminan cayendo rendidas ante su encanto. ¿Quién podría culparlas? Aaron era alto, fornido, con ojos verdes y una mirada cautivadora; cualquiera podría caer bajo su hechizo. Yo caigo rendida todos los días, pero el verdadero problema surge cuando ellas caen. Piensan que están en una relación formal con él, comienzan a exigir cosas o asumen responsabilidades que no les corresponden, y ahí empiezan los problemas. Pobres chicas, creen que pueden cambiar a un mujeriego empedernido y no es así. Hemos tratado de resolver el problema contratando a un asistente hombre, pero según Aaron, no son tan eficientes y solo generan problemas. ¿Será porque no caen bajo su hechizo y, con el tiempo, terminarán siguiendo mis indicaciones?

Después de salir del café, me llega un mensaje al celular que me saca de mis pensamientos.

"Cielos Scarlet, hoy tenías que llegar temprano y aún no apareces. Después no te quejes que hago las cosas sin tu consentimiento."

Tengo que admitir que Aaron es extremadamente quisquilloso con la puntualidad. Aunque no lo demuestre siempre, se desvive por el trabajo. No hay duda de que le encanta dar órdenes, especialmente a mí, sabiendo que detesto recibirlas.

Apenas unas cuadras más cerca de la empresa, mi teléfono vuelve a sonar, y ya puedo adivinar quién es. Su insistencia me está irritando, y apenas son las 7:55 a.m.

"¿Dónde diablos estás? Ya llegaron las primeras postulantes y aún no estás aquí."

Maldición, no estoy llegando tan tarde. Si admito que ya debería estar allí o haber llegado a las 7:30 a.m. para organizar todo, pero no preví el tráfico que habría hoy. Claramente, si no me hubiera demorado en el café, estaría en otro panorama. Pero, ¿Qué se le va a hacer? Ni hablar de que él detesta que llegue tarde. Darle la satisfacción de reprocharme por no llegar a tiempo es lo peor que me puede pasar. Tener que escuchar todo el tiempo que mencione un "Si hubieras llegado temprano, ya podrías haber solucionado eso" así con todo, lo usaría como excusa para recordarme a cada rato que llegue tarde.

Química ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora