El sonido insistente del teléfono rompió el silencio de la madrugada. Desperté sobresaltada y, con el corazón latiendo rápidamente, alcancé el dispositivo. En la pantalla parpadeaba una alerta de seguridad de la empresa. Apenas tuve tiempo de procesar la información cuando el teléfono volvió a sonar. Era Aaron.
—Scarlet, tenemos una brecha en el sistema. Tenemos que ir a la oficina ahora mismo —dijo con urgencia en la voz.
Su tono me hizo temer lo peor. Me vestí apresuradamente, sintiendo una creciente sensación de alarma. Mientras me dirigía a la oficina, mi mente estaba inundada de preguntas y temores. ¿Cómo era posible que alguien hubiera burlado las medidas de seguridad tan avanzadas de la empresa? ¿Qué íbamos a hacer si habían robado algo importante?
Al llegar, la escena era caótica. Los técnicos de seguridad estaban reunidos alrededor de una serie de monitores, revisando líneas de código y registros de acceso. El ambiente estaba cargado de tensión y urgencia.
Aaron llegó justo detrás de mí, con el ceño fruncido y los ojos llenos de furia contenida. Verlo así solo aumentó mi preocupación.
—¿Qué sabemos hasta ahora? —pregunté, tratando de mantener la calma, aunque por dentro me sentía como un volcán a punto de estallar.
—Alguien ha accedido a nuestro sistema —informó uno de los técnicos—. Pero no solo eso, han introducido un virus que está dificultando nuestro acceso a la red interna. Estamos tratando de eliminarlo y averiguar qué datos pudieron haber sido comprometidos.
La noticia cayó como un balde de agua fría. Sentí cómo el nudo en mi estómago se apretaba aún más. Aaron no podía quedarse quieto, caminaba de un lado a otro, su expresión de preocupación transformándose en ira pura. La espera para obtener más información se volvía insoportable. Mientras los técnicos continuaban con su análisis, cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad.
Aaron estaba claramente al borde de perder la calma. La ansiedad en sus movimientos era evidente. No podía soportar verlo así.
—Aaron, debemos esperar a que los técnicos resuelvan esto. No podemos hacer nada más por ahora —le dije, tratando de sonar razonable, aunque por dentro también estaba desesperada.
—¡No puedo simplemente sentarme y esperar, Scarlet! —exclamó, su voz cargada de frustración—. Esto podría arruinarnos.
Su furia era palpable, y sabía que, aunque su enojo no estaba dirigido directamente hacia mí, también reflejaba una desconfianza subyacente.
La mañana transcurría lentamente, con cada segundo intensificando la presión en la sala. Finalmente, después de horas de escrutinio, uno de los técnicos levantó la cabeza.
—Parece que alguien logró acceder a los planos del nuevo auto —dijo con voz tensa—. Estamos verificando si han sido descargados o modificados.
La noticia cayó como un balde de agua fría. Sentí cómo el nudo en mi estómago se apretaba aún más. Aaron se acercó a los monitores, examinando los datos que mostraban.
—No puede ser una coincidencia —dijo Aaron, volviendo hacia mí—. Todo esto ocurre justo después de que...
Se interrumpió cuando su teléfono sonó de nuevo. Lo contestó y su rostro se tensó aún más mientras escuchaba.
—Es Oliver —dijo, cubriendo el micrófono con una mano—. Dice que tiene información sobre Ryan.
Pasaron cinco minutos tensos mientras Aaron hablaba en voz baja por teléfono. Me miraba con preocupación y frustración, incapaz de compartir los detalles de la llamada. Finalmente, colgó y lo miré expectante.
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Química Imperfecta
RomanceCuando los padres de Aaron y Scarlet deciden retirarse, les confían el mando de la empresa a sus hijos. Ellos se ven obligados a trabajar codo a codo, enfrentando el desafío de mantener el legado de sus familias, sin embargo, las cicatrices emociona...