Capítulo 30

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Había pasado más de un año desde que Scarlet y yo habíamos oficializado nuestra relación. Cada día a su lado era un recordatorio de por qué la había amado desde que éramos niños. Hoy, sin embargo, era un día especial, uno que cambiaría nuestras vidas para siempre.

Estaba nervioso, más de lo que había estado en cualquier otra ocasión. Scarlet y yo íbamos a viajar a Francia, con la excusa de una reunión con unos inversionistas. La verdad era que había encontrado a unos inversionistas como excusa para traerla aquí y pedirle que fuera mi esposa. Todo estaba planeado hasta el más mínimo detalle, pero no podía evitar sentir el corazón acelerado cada vez que pensaba en la proposición.

Llegamos a París una tarde soleada. Scarlet estaba emocionada por el viaje, y yo me esforzaba en no delatar mis verdaderas intenciones. Había reservado una suite en un hotel lujoso con vistas a la Torre Eiffel. Al llegar al hotel, Scarlet quedó maravillada por la vista desde nuestra habitación, y eso me dio un poco de confianza. Quería que todo fuera perfecto.

—Mañana tenemos una reunión con los inversionistas, pero hoy podemos disfrutar de la ciudad —le dije, tomando su mano y besándola suavemente.

—Me parece perfecto, Aaron. Este lugar es increíble —respondió, sonriendo.

Esa noche, cenamos en un restaurante encantador cerca del río Sena. Scarlet lucía radiante, y me sentía como el hombre más afortunado del mundo. Sabía que, a pesar de los desafíos, nuestro amor había crecido y se había fortalecido con el tiempo.

Al día siguiente, nos reunimos con los inversionistas. La reunión se celebró en una sala de conferencias elegante, con grandes ventanales que ofrecían una vista panorámica de París. Los inversionistas eran un grupo de empresarios franceses, interesados en una posible colaboración con nuestra empresa. Scarlet y yo presentamos nuestras propuestas con confianza, y las discusiones fueron productivas.

—Monsieur Kieldysh, mademoiselle McGregor, apreciamos mucho su tiempo y estamos muy interesados en su propuesta —dijo uno de los inversionistas al finalizar la reunión—. Esperamos poder colaborar en el futuro.

—Merci beaucoup, señor Dupont —respondí, estrechando su mano—. También estamos emocionados por esta oportunidad.

Scarlet y yo nos despedimos de los inversionistas y salimos de la sala de conferencias. Mi mente estaba en otra parte. No podía dejar de pensar en la proposición. Quería que todo saliera perfecto.

Después de la reunión, llevé a Scarlet a pasear por la ciudad. Caminamos por los Champs-Élysées, disfrutando de las boutiques y los cafés al aire libre. Nos detuvimos en Ladurée, famoso por sus macarons, y Scarlet no pudo resistirse a comprar una caja de sus sabores favoritos.

—Estos son deliciosos, Aaron. Tienes que probar uno —dijo, ofreciéndome un macaron de frambuesa.

—Nunca he probado uno antes —admití, tomando el macaron y probándolo. El sabor dulce y afrutado era una delicia.

—¿En serio? —preguntó Scarlet, sorprendida—. ¡Tienes que probar más cosas nuevas!

Sonreí, encantado por su entusiasmo. Continuamos nuestro paseo, visitando el Louvre, donde Scarlet quedó fascinada por la Mona Lisa y otras obras maestras. Caminamos por los jardines de las Tullerías, disfrutando del sol y del ambiente tranquilo.

Más tarde, tomamos un paseo en barco por el Sena. El río reflejaba las luces de la ciudad, creando un espectáculo mágico. Scarlet se acurrucó a mi lado, y sentí una paz indescriptible. Sabía que este era el momento perfecto para nuestra propuesta.

Cuando regresamos al hotel, mi nerviosismo alcanzó su punto máximo. El personal ya había decorado nuestra habitación tal como lo había pedido. Pétalos de rosa cubrían el suelo y la cama, y velas aromáticas llenaban el ambiente con una luz suave y cálida. Cada detalle estaba en su lugar, pero aún sentía una mezcla de anticipación y ansiedad.

Química ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora