Cuatro días. Cuatro interminables días desde que Scarlet decidió quedarse en Seattle. He estado en mi oficina, trabajando incansablemente, pero su ausencia me pesa. Frente a la computadora, reviso los informes y respondo correos, pero la falta de respuesta de Scarlet a mis mensajes y correos electrónicos me consume. Ni una palabra, ni un gesto, nada. Es como si hubiese desaparecido del mapa, y eso me está volviendo loco.
No puedo evitar pensar en todas las posibles razones de su silencio. ¿Está bien? ¿Está segura? ¿Qué está haciendo? ¿Y, peor aún, con quién está? Los celos me consumen, aunque no quiera admitirlo. La idea de que esté pasando tiempo con Ryan me pone enfermo. No quiero que esté con él, no quiero que pase un solo minuto con alguien más que no sea yo. Es irracional, lo sé, pero no puedo evitarlo.
Cierro el informe en la pantalla y me levanto, caminando hacia la ventana. Miro la ciudad extendiéndose frente a mí, pero mis pensamientos están lejos, en Seattle. He estado llamando a la aerolínea todos los días, preguntando si Scarlet se ha comunicado con ellos, si hay algún plan de vuelo de regreso. Cada vez que cuelgo, la frustración aumenta porque la respuesta siempre es la misma: nada. No hay ninguna noticia, ningún indicio de su regreso. Me siento impotente y desesperado.
Mientras sigo sumido en mis pensamientos, una idea cruza por mi mente: Chris. Tal vez él sepa algo, tal vez pueda decirme algo que me tranquilice, aunque sea un poco. La idea de llamarlo no es precisamente atractiva, pero estoy desesperado. Con un suspiro, tomo el teléfono y marco su número. El timbre suena varias veces antes de que finalmente conteste.
—¿Chris? —digo, tratando de mantener mi voz firme. —Soy Aaron. Necesito hablar contigo.
Hay una pausa al otro lado de la línea antes de que él responda, su tono sorprendido.
—¿Aaron? ¿Cómo conseguiste mi número?
Ignoro su pregunta y continúo. —Es sobre Scarlet. —La incomodidad en mi voz es palpable. —¿Sabes algo de ella? No ha respondido a mis mensajes ni correos en cuatro días. Estoy preocupado.
Chris guarda silencio por un momento, y puedo imaginar su sonrisa satisfecha al otro lado de la línea. Esta es su oportunidad de aprovechar mi vulnerabilidad. —Bueno, Aaron, sé que Scarlet ha estado ocupada. Tiene mucho en qué pensar y... supongo que necesita su espacio.
Siento una punzada de celos y ansiedad al escuchar esas palabras. Necesita su espacio... lejos de mí. —Lo entiendo, pero es raro que no conteste. Solo quiero saber si está bien, si está segura. —Trato de mantener la calma, pero mi voz tiembla ligeramente.
—Scarlet es fuerte, Aaron. Sabe cuidarse. Pero entiendo tu preocupación. —Chris hace una pausa, disfrutando del control que tiene en esta conversación. —Ella no está sola, y la está pasando bien. Muy bien, de hecho.
Las palabras de Chris me golpean como un puñetazo. No está sola. La imagen de Scarlet con Ryan me carcome por dentro.
—Gracias por la información —respondo, tratando de mantener mi voz firme.
—Por cierto, Scarlet regresa mañana. —dice Chris, con un tono casual. —Supongo que podrás verla entonces.
—Aprecio la información. —Cuelgo, y me quedo mirando el teléfono, esperando, esperando algo que me devuelva la tranquilidad. Pero el silencio es ensordecedor y la incertidumbre sigue ahí, como una sombra que no se desvanece.
Camino hacia el minibar de mi oficina, abro la botella de whisky y me sirvo un vaso generoso. El líquido ámbar brilla bajo las luces, prometiendo un consuelo momentáneo. Con el vaso en mano, me dejo caer en el sillón junto a la ventana. Bebo un largo trago, sintiendo el ardor descender por mi garganta mientras trato de calmar mis nervios.
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Química Imperfecta
RomanceCuando los padres de Aaron y Scarlet deciden retirarse, les confían el mando de la empresa a sus hijos. Ellos se ven obligados a trabajar codo a codo, enfrentando el desafío de mantener el legado de sus familias, sin embargo, las cicatrices emociona...