Capítulo 9

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Shaoran:

El camino hasta la casa del señor Kinomoto fue casi en silencio. Ambos compartimos ese dolor cuando se trata un tema como lo es Sakura, mientras voy manejando, una nostalgia me invade.

Hace tiempo que no me asomaba por esas calles, y cada rincón me recuerda a ella, el parque pingüino dónde la conocí, está igual, el inmenso árbol de cerezo donde hicimos la promesa de estar juntos para siempre, está tan bien parado, como si nos siguiera esperando para hacerlo realidad.

Mis ojos están queriendo traicionarme, me queda claro que su recuerdo me sigue calando hondo. Cuando llegamos a esa casa en dónde compartí tanto con ella y junto a ese hombre de mirada amable que está bajando del auto, no pude más y mis lágrimas salen sin control.

Me recargo en el volante, mi respiración sube y baja y una opresión en el pecho me ahoga. El señor Kinomoto se da cuenta y se acerca a mí preocupado.

—Hijo ¿Estás bien?—me pregunta con preocupación.

Lo miro y asiento con lentitud, bajo del auto, le pongo el seguro contra robos y entramos a la casa, solo con poner el primer pie dentro todos los recuerdos llegan de golpe.

Las tareas de la secundaria cuando ella tenía dificultades, siempre fue su talón de Aquiles todo lo que era números, amaba los deportes, así como la cocina y las artes.

En la preparatoria siempre me daba un tiempo para dejarle consejos y prácticas de números, el no saber perder y luchar de ella, siempre lo admire.

Las veces que me quedé a cenar y cuántas veces hemos cocinado juntos. Con más fuerza llega a mi mente esa última comida cuando le dije al señor Kinomoto sobre mi intención de casarme con ella y él aceptando con gusto.

Para que al final ese maldito accidente nos separe para siempre. Terminando con mis alegrías, mis planes y sobretodo ese día yo también morí con ella.

—Ponte cómodo, mientras preparo algo para comer—me dice él.

—Si desea puedo ayudarlo—contesto con distracción, todo está igual a como la última vez, las escaleras que dirigen a su habitación, la puerta de su despacho del señor Kinomoto, la sala donde tantas veces estuvimos juntos, abrazándonos, besándonos y profesando todo ese inmenso amor.

—No te preocupes, por favor eres mi invitado—sonríe dirigiéndose a la cocina.

Me quedo admirando las fotos que están en la pequeña mesa del centro de la sala. En una está la madre de ella, la señora Nadeshiko, hermosa con sus hermosos cabellos largos plomizos, y esas bellas gemas verdes.

Tenía la misma sonrisa de la mujer que amo, al lado de esa foto está la última foto que Tomoyo le tomó a Sakura, lo sé porque ella me entregó una copia de esa foto y la tengo en mi pequeña mesa de mi departamento.

Son como dos gotas de agua las dos, la diferencia es el color de cabello, el de mi amada es de una miel clara que me gustaba tocar y perder mis dedos en ellos.

El señor Fujitaka se acerca y me pone su mano en mi hombro, lo miro y sonrío con tanta tristeza, me enderezo, no quiero ni puedo dejar de pensar en ella.

—Es difícil pero... pasará—lo miro, suena fácil, pero son más de seis años que sigo sumido en esta pena y depresión—. Las extraño tanto, pero sé que me cuidan desde donde  están, estoy seguro que mi hija también vela por tí.

Cierro mis ojos con fuerza y suspiro, sigo a ese hombre que a pesar de haber pasado tanto, aún lo considero tanto, como un padre para mí.

El té huele delicioso, me invita a servirme y yo asiento, mis fosas nasales se llenan de ese delicioso té de duraznos, Sakura sabía que ese es mi favorito, de seguro que se lo ha contando a su padre sobre  mis gustos.

𝑉𝑜𝑙𝑣𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑎 𝑇𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora