XXIX

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Maratón 1/3
Juliana

Caminaba hacia la panadería, un paso, tras otro, quería, pero no podía detenerme. Esta vez no se escuchaba ninguna voz tratando de impedirlo.

Entré al local, y la mujer de mis pesadillas esta vez estaba de espaldas sosteniendo la pistola firmemente con las dos manos. Algo en ella se veía diferente, estaba más delgada y más alta, el cabello algo más castaño le llegaba abajo de los hombros.
Esta vez no apuntaba al panadero, la silueta de la víctima se veía diferente, parecía una mujer, así que me acerqué más para poder ver bien. Se me erizaron los vellos de la nuca al ver que la persona a la que apuntaba era mi madre; quise huir, pero como siempre, mis pies estaban fijos al piso; Ahí estaba ella, la única persona por la que había sentido algún afecto en mi niñez, y que había convertido la misma en un infierno; Su vestido dejaba poco a la imaginación, y tenía una sonrisa cínica. Justo enfrente de ella, estaba la persona que me había privado de mi libertad en mi juventud.

— Dispara... - Se burlaba mi madre, y la mujer castaña permanecía quieta y en silencio.

Beatriz, mi madre me miró y sonrió como si le alegrara verme.

— ¡Juliana! ¿por qué no vienes y le enseñas cómo se hace? - Se burló y se pasó el dorso del dedo índice por la nariz, como siempre lo hacía.

Sin poder evitarlo mis pies cobraron vida, y empecé a moverme hacia la mujer que sostenía el arma. La tomé del hombro para hacerla voltear, el simple hecho de pensar en mirar sus ojos, me llenaba de terror, pero no podía evitarlo, mi cuerpo se movía como si yo fuera un títere. Cuando por fin volteó, me quedé helada, esa cara no coincidía con la de la mujer de mis pesadillas.

— ¿Val? - Los ojos azules me miraron, se veían aterrados.

Mi madre empezó a carcajearse con una risa que me heló la sangre. Valentina seguía viéndome, pidiéndome auxilio con la mirada y yo no podía moverme.

Volteé a ver a mi madre que seguía riéndose.

— ¡Dispara! - Gritó una voz desconocida que salía del cuerpo de Valentina.
Volví mi vista a ella, esta vez sus ojos estaban diferentes, vacíos, escalofriantemente conocidos, me ofreció el arma.

- ¡Juliana!- Un nuevo grito me despertó...

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