La amiga 2

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Me asomé por la ventana esperando ver cajas apilonadas que obstruyeran la visión de un montón de cajas detrás, o cualquier cosa que mostrara signos de que una mudanza estaba cosiéndose allí. Pero lo único que vi fueron las paredes pálidas que Gabriel había pintado orgullosamente con su mano izquierda, en un intento por probarle a todos que seguía siendo útil. Luego apareció el rostro de Rudy Salinas, y yo caí al jardín cuando di un paso atrás. Era patético, siempre me pasaba, porque los Salinas me ignoraban cada vez que sugería demoler ese maldito escalón, y porque yo no podía dejar de husmear.

Rudy vino fuera antes de que yo terminara de ponerme en pie, estaba riéndose de mí, lo que me hubiese parecido gracioso en otra oportunidad, pero, dadas las circunstancias. Ella me invitó a entrar, y entonces pude ver las cajas.

Pero no eran las enormes cajas que yo pensaba que encontraría. No. estas eran cajas de zapatos, un montón de ellas, alineadas como si formaran parte de la decoración.

Rudy me ofreció un vaso de chocolate con leche, y yo bebí despacio de él. Había algo en el chocolate de la señora Salinas que lo hacía ser especial, mejor que cualquier otro chocolate que hubiese probado jamás. Una digna representación de un chocolate venezolano. Incluso mejor que el que mi madre preparaba, aún cuando yo ponía cuidado de comprar la misma marca que usaba Rudy. Entonces ella se sentó, mirando al suelo fijamente, estaba como en un trance. Posiblemente perdida en recuerdos. Un momento después, sonrió.

—Estuve revisando su habitación.

Y para mi sorpresa, solo asentí.

—Encontré un montón de cosas, de cuando él… de cuando… de cuando él creía que…

Ella rompió a llorar desconsoladamente, y yo la dejé que lo hiciera porque no tenía una idea mejor. Limpié un par de lágrimas de mis mejillas, mientras esperaba a que la madre de Gabriel superara su crisis. Aunque sabía que posiblemente nunca lo haría.

Unos minutos después ella volvió a sonreír.

—Sé que hay un montón de cosas que un hijo no quiere que sus padres descubran en su habitación, pero tú no viniste nunca más, y yo debía limpiar —ella se sentó muy erguida—, encontré algo muy interesante —anunció.

Yo estaba seguro de que Gabriel no guardaba las revistas porno en su habitación, pero no dije nada.

—Es algo parecido a un testamento —Rudy sonrió—; allí, mira —ella señaló una caja de zapatos abierta sobre la mesa—. Hay un montón de cartas, leí un par de ellas, pero no pude leer el resto, se sentía mal ¿sabes? Esas cartas no son para mí. Revisé todas las cajas, pero solo encontré dos cartas con mi nombre.

Miré las cajas con los ojos muy abiertos. Cartas. Era una buena manera de mantenerse con nosotros, él sabía lo mucho que lo extrañaríamos. Lo que no entiendo es porque no se deshizo de ellas una vez lo peor hubo pasado.

—Encontré también un montón de basura, pero en el improvisado testamento de Gabriel decía que eran muy importantes para ti.

Podía llegar a imaginar el montón de tonterías que Gabriel hubiese pensado que eran importantes para ambos. Ya no me gustaba la idea de coleccionar basura, mi atención estaba solo puesta en las cartas.

—Puedes tomar lo que quieras, Dedos, Gabriel especificó que su ropa, Ipod, zapatos, y todo lo de su habitación, eran para ti. Y que solo en caso de que no las quisieras, debían ser donadas. Estoy tratando de acostumbrarme a la idea de extraños usando las cosas de mi niño, sería más fácil para mí verte a ti con ellas.

Cartas para ELLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora