Sonrío y entonces comienzo a correr 2

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Era la primera vez que oficialmente yo había sido invitado a la mansión London. Estaba nervioso y emocionado, un poco intimidado también. Y era que yo, Amadeos Junior Darkinso Zapata, había sido invitado a almorzar con los London.

No me lo podía creer, realmente no podía.

Al final de la fiesta había vuelto con Lizie, bailamos un par de canciones más, lo que fue realmente malo para mi determinación de solo ser amigos. Porque Lizie estaba demasiado cerca, y yo estaba demasiado… entusiasmado. Y un poco tocado por todo lo que Marcus había dicho. Acompañé a Lizie en el camino cortando por el bosque, el cual nos llevaba pasando frente a la casa de los Salinas, hasta nuestra esquina. La despedida había sido larga, Lizie había descansado su frente sobre mi mejilla mientras yo la abrazaba sentados en la acera. Y se había sentido tan bien estar allí, como si el resto del mundo estuviese helado, como si más allá de nuestros brazos todo fuese innecesario. Con un beso en la frente me despedí, lo que quería decir que esperaría a que ella se fuera para irme, y Lizie, comprendiendo, se había ido primero.

Y ahora yo tocaba el timbre de la mansión London, no tan preparado para el almuerzo previsto para aquel día. Era sábado, así que también traía conmigo una carta de Gabriel, la que Lizie arrebató de mis manos cuando abrió la puerta, como excusa para lanzarse sobre mí y plantarme un beso de agradecimiento en la mejilla. Le sonreí porque amé dicha reacción.

Brian frunció el ceño, hasta ahora no había sido informado de cuál era la ocasión, lo que si sabía era que mi hermano también estaría allí.

—Bonne après-midi, Monsieur, espero que disfrutes de tú interrogatorio —ese fue el saludo de Will—. Lizie realmente tuvo que armar un escándalo para que se te permitiera venir aquí.

—¿Por qué tanto drama?

—No lo sé, creo que hay otro miembro gay. Papá dice que alguien dará un anuncio importante.

William me saludó amablemente, como Braulio. El resto me frunció el ceño y asintió con la cabeza, como era de esperarse, yo les fruncí el ceño y asentí con la cabeza. Pero entonces Lizie me reprendió y tuve que adoptar una actitud de perro callejero. Aunque aún seguía asintiendo con la cabeza.

Luego, en la cena, todo el mundo estaba en silencio. Hasta que Brian se aclaró la garganta e hizo su primera pregunta. A mí.

—Así que ¿Amadeos, no? ¿Qué año cursas?

Parpadeo, parpadeo.

—Voy al colegio con Lizie… señor.

Escuché como junto a mí Lizie contenía la risa.

—Oh, sí, algo escuché al respecto. Lizie es la primera en su clase, ¿tú qué tan abajo estás?

Intenté no ofenderme. —Justo después de ella, señor.

—Y…

—Hoy leí uno de mis artículos para la clase —interrumpió Thomas London, segundo—, muchos me felicitaron.

Brian volvió su atención hacia su hermano, sonrió. —Me alegra mucho oírlo, ya lo sabes, tú eres un gran escritor, puedes dedicarte a eso si lo prefieres.

—Lo sé, Brian, lo sé.

—Te decía, Amadeos, tú problema de drogas es…

Un puño golpeó la mesa, no me sorprendió que Rodolfo interviniera. —Mi hermano no tiene ningún problema de drogas.

Esta vez Lizie no fue la única en contener la risa, ¿Qué les parecía tan gracioso?

En la mesa estaba reunida la familia completa, solo los hermanos, al menos. Brian se sentaba en la cabecera, a su lado izquierdo estaban —por orden—, Rebeca, Maguie, Lizie, Will y Ernesto; del lado derecho estaban, William, Braulio, Rodolfo, yo y una chica tímida y bonita que parecía ser la novia de Thomas segundo, este último se sentaba en la otra punta de la mesa.

Cartas para ELLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora