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Oh, vale, no era como si no hubiese visto una fiesta de quince años semejante a aquella con anterioridad. Con excepción de las esculturas de hielo —que inexplicablemente no habían comenzado a derretirse—, la fiesta era bastante menos ostentosa de lo que esperaba. Lo cual me hacía sentir cómodo. Esto no significaba que era sencillo o incluso indigno de Elizabeth London, al contrario. La mansión, sin ningún otro adorno, era hermosa por sí sola. Lo primero en lo que me fijé fue en la lámpara con forma de enorme araña pendiendo sobre las humildes cabezas de sus invitados; lo segundo fue en la maciza escalera de madera por la que, estaba seguro, Lizie aparecería. Y no era como si todos los invitados lucieran humildes, aquí y allá podía ver un par de cabezas y cuerpos erguidos con la arrogante seguridad que había visto en cada London. Así que inicié un juego con mi hermano, adivinando a cada London en la habitación.
Había llegado, junto con mi familia, unas dos horas antes del momento en el que estaba anunciado que Lizie se abriría paso desde las escaleras. Todo brillaba limpio y moderno, aunque con una elegancia que solo puede acumularse con los años. Después de todo, los London habían echado raíces en El cielo desde hacía mucho tiempo.
Will me saludó con un asentimiento de cabeza, aún me mostraba un poco receloso de hacer lo que él me había pedido. Aunque yo era amigo de Lizie y aquello se vería como algo natural. Entre la multitud también vi a Rudy, me sonreía, asintiendo hacia el traje que había conseguido que usara. Ella, más que nada, era la razón para rehusarme a hacer lo que Will me pedía, también estaba la cuestión de que él no había demostrado ser, precisamente, un amigo para mí.
Uno tenía sus desconfianzas, después de todo.
Braulio y Ernesto se unieron a mí y a mi hermano después de un rato, lucían ridículamente nerviosos.
—Ah, hoy su niña se convertirá en mujer —se burlaba mi hermano.
—Cierra la boca, solo es una estúpida fiesta —replicaba Ernesto.
—Braulio, explícale a tu hermano la finalidad de estas fiestas de quince años.
Pero Braulio negaba con la cabeza.
—Estoy con Ernesto en esto —dijo, estando por primera vez en desacuerdo con Rodolfo. Quien lució ridículamente herido.
Casi una hora después, algún tipo pomposo con un copete como peinado y una voz profunda, anunció que Elizabeth London haría su entrada.
—Por fin ¿quién va a recibirla? —murmuró Ernesto, solo para su hermano.
—Papá dijo que debido a su ausencia en los últimos años de Lizie, Brian debía ser quien bailara el primer vals y todas las otras cosas. Él intentó convencerlo de lo contrario. Pero un joven abogado no puede contra uno con experiencia, al menos no contra un London —dijo Braulio.
Fue extraño, era la primera vez que escuchaba a alguien hablar sobre la superioridad de los London, aunque me daba cuenta de que en el amable Braulio solo sonaba como orgullo y no como arrogancia, además la frase estaba pensada como un chiste.
—Así que hermano-mayor-Brian irá al rescate, ¿y cuál es la secuencia?
¿Tenían una maldita secuencia para ir a bailar con Lizie? No sabía porque estaba tan interesado en la conversación, pero lo estaba.
—Bueno, papá viene después, luego los abuelos, seguidos por nosotros en orden de nacimiento. Ya sabes, yo voy primero que tú. Thomas arregló que no todos los veintiún miembros bailaran con ella, solo los abuelos lo harán. Ya fueron advertidos. Por cierto ¿Dónde está Thomas?
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Cartas para ELLA
RomanceAnticipandose a su muerte, Gabriel ha dejado una caja llena de cartas para una persona muy importante en su vida. Dedos, en medio de su dolor por la pérdida de su mejor amigo, queda abatido al descubrir que todas las cartas van dirigidas a Elizabeth...