6
Tengo el sueño más pesado en la historia, mamá lo dice, papá lo dice, hasta Gabriel sacaba provecho de ello. Que puedo decir, yo siempre fui el chico con loser en su frente después de cada piyamada. Algunos a veces alegaban que habían mantenido una conversación conmigo mientras dormía, y que dicha conversación solo había girado en torno a que me dejaran dormir.
Así que algunas de mis mañanas eran como: ¡Mama! ¿Por qué no me paraste? Te dije que tenía examen.
Y entonces mamá salía con algo como: Pero si me dijiste hace un momento que ya no había.
Y más o menos por esto no me sobresalté cuando mi madre sacudió mis hombros gritando—: ¡No puedes seguir haciéndola esperar!— de todas formas volví a cerrar los ojos, sea lo que sea podía esperar otros cinco minutos de sueño.
Mi madre vino con otra advertencia, pero yo volví a cerrar los ojos. Me sobresalté cuando una almohada golpeó contra mi rostro. Alcé mis manos asustado y abrí los ojos de una manera que bien podía haber imitado a un par de huevos. Cuando encontré la divertida mirada de Lizie, chasqueé mi legua sonoramente.
¿Qué hacía ella en mi habitación? Quería preguntarle si no tenía más amigos a los que acosar, solo que ahora dormir parecía mucho más importante. Pero no conseguí volver a mi sueño, algo estaba molestándome, Lizie trajo consigo un terrible recuerdo. Estaba en mi cuarto. Lizie estaba en mi cuarto. Posiblemente yo estaba en ropa interior ¿dormí vestido? ¿Cómo había llegado ella aquí? ¿Por qué mierda me golpeó con una almohada?
Abrí los ojos alarmado, solo para encontrar sus codos reposando sobre mi almohada y su redondeado rostro inclinado en sus puños. Me sobresalté. Demonios que lo hice. Ella soltó una débil risita. Pero el que Elizabeth London estuviera en mi habitación era lo más inverosímil de todas las cosas estúpidas. El terrible recuerdo era que habíamos llegado al final de la semana. Y yo debía entregar una nueva carta.
Para ella.
—Bueno, yo realmente no creí que pudieras dormir tanto —me sonrió.
—La verdad es que anoche no pude dormir bien —dije, algo somnoliento aún.
—Oh, lo siento. ¿Cómo lo estás llevando?
Era su primera mención del tema desde aquella vez en la plaza. Yo había podido ver en sus ojos como estaba consumiéndose por preguntar, y como su determinación a hacerme sentir cómodo la había refrenado. O al menos yo pensaba que era eso lo que había en sus ojos.
—Mejor de lo que cualquiera esperaría —dije. Y creo que Lizie estaba tan sorprendida como yo cuando continué—. Es difícil no tener alguien con quien compartir tus gustos.
Ella me miró con la boca abierta por un instante, había un poco de compasión en su expresión. Ella cambió su mirada inmediatamente, pero yo se que estuvo allí.
—Bueno —dijo— me gusta el chocolate —ella sonrió.
¿A quién no le gustaba el chocolate? Pero no lo dije, sabía que ella solo trataba de hacerme ver que podía encontrar más personas con mis mismos intereses. Porque más que nada, eso era lo que me gustaba de Gabriel, que entendía cada palabra de lo que le decía, y que hablaba de las mismas cosas que a mí me gustaba hablar.
Y me doy cuenta de que he estado hablando estupideces. Tal vez era producto del sueño que no me habían dejado terminar, aunque no estaba seguro de qué se trataba.
—¿Qué haces aquí?
No esperaba verla hasta más tarde cuando le diera la carta, y no si podía evitarlo. Ella pareció un poco incomoda con la pregunta, lo que solo aumentó mi extraña curiosidad. Vestía un bonito vestido, un poco infantil para sus catorce años, pero seguía siendo bonito.
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Cartas para ELLA
RomanceAnticipandose a su muerte, Gabriel ha dejado una caja llena de cartas para una persona muy importante en su vida. Dedos, en medio de su dolor por la pérdida de su mejor amigo, queda abatido al descubrir que todas las cartas van dirigidas a Elizabeth...