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La cena de navidad estuvo deliciosa, Rodolfo había venido para quedarse las pocas semanas que la universidad católica le daba, y todo fue muy divertido. Por mucho que intentara aparentar lo contrario, realmente me gustaba ser el más pequeño de la casa. Claro que ya estaba creciendo y las cosas estaban cambiando, ahora me adjudicaban un montón de otras tareas que involucraban fuerza de hombre. Pero seguían recompensándome al desordenar mi cabello cariñosamente, eso me hacía sentir bien, de alguna manera.
Mi hermano, sin embargo, también estuvo toda la noche con un preocupante ceño fruncido, no sabía exactamente lo que le pasaba. Mi mente sopesó un montón de posibilidades, unas estúpidas y otras no tanto. Tal vez hubiese perdido algún examen, su universidad trabajaba por año corrido en lugar de semestres, él estudiaba derecho, al igual que uno de los gemelos —no sabía cual—, a veces me gustaba sentirme orgulloso por él. También pensé que podría ser algo más importante ¿estaría Carol embarazada? O ¿le había ella contagiado alguna enfermedad de las que tanto nos hablan en el colegio? Me molestaba no saber que preocupaba a mi hermano. Diablos, estaba enfadado conmigo mismo por ello.
Alrededor de las diez de la noche fui a la mansión London, Rodolfo me acompañó. Un señor alto y delgado, tan elegante como Augus nos abrió la puerta y nos permitió pasar, indicándonos que éramos esperados. Después de pasar el shock de ver de lleno el salón principal de la mansión, puse atención a las indicaciones que me daba el señor larguirucho.
Encontré a Lizie en la biblioteca, intenté no lucir sorprendido ante el tamaño de la misma. Will y Magui también estaban allí. Lizie se puso de pie y corrió para abrazarme en cuanto entré en la habitación. Me dio un beso en el cuello por que fue el primer lugar que encontró y luego se apartó ruborizada. No era como si no nos hubiésemos visto esa misma tarde, pero estaba feliz por su reacción.
—Chico, ¿Por qué no tienes una hermana? Estoy cansado de tantos hombres visitándonos por aquí —dijo Will. Pude ver un vaso en su mano, lleno de un liquido rojo que supuse que no era sangre.
—Magui es una chica —señalé, esperando el ceño fruncido que me dio eventualmente.
—Ew —dijo ella—, no miras a tus hermanos de esa forma.
Will apartó los ojos de mí y clavó su mirada en la nuca de Magui, pero sus ojos mostraban un pequeño atisbo de dolor. Empinó su copa y tragó el resto de su bebida. Quise pensar que no había nada malo en un niño de trece años bebiendo vino, aunque supuse que ningún London estaría de acuerdo conmigo, tal vez por eso se escondían en la biblioteca.
—¿Ha venido toda tu familia? —pregunté en dirección a Lizie.
Ella asintió. —Los veintiún miembros. Las grandes celebraciones siempre tienen lugar en El cielo, todos, o más bien los más viejos, nacieron aquí. Thomas y mi padre fueron los únicos demasiado apegados para dejar sus raíces, creo que porque se enamoraron de mujeres de por acá.
—Creí que los von Eckermann eran una gran familia empresaria de la capital.
—Lo eran. Lo son, de hecho mi padre conoció a mi madre cuando mis abuelos hicieron negocios tan fructíferos que celebraron con un fin de semana con toda la familia reunida. Ya sabes, amor a primera vista y toda la cosa.
—William la dejó embarazada y fueron obligados a casarse —espetó Will.
La boca de Lizie cayó, pero lucía divertida. Me preguntaba si había tomado algo de vino también. —Tú no puedes saber eso —dijo.
—Yo lo sé, mi abuelo me lo dijo —contraatacó él.
—Como sea, mis padres se casaron y tuvieron a Brian, luego a Thomas y después a mí, así que dudo que no se amaran —señaló con aires victoriosos.
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Cartas para ELLA
RomanceAnticipandose a su muerte, Gabriel ha dejado una caja llena de cartas para una persona muy importante en su vida. Dedos, en medio de su dolor por la pérdida de su mejor amigo, queda abatido al descubrir que todas las cartas van dirigidas a Elizabeth...