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En mi fila se sentaban los Salinas, mamá, papá y Lizie junto a mí; mi hermano estaba en la fila de adelante, sentado con algunos de los London. La misa era tan aburrida como la recordaba, y a excepción de su nombre siendo mencionado por el cura en una ocasión, casi al final de la ceremonia, no se trató en absoluto de Gabriel.
Luego de la misa, casi todo el pueblo nos acompañó al cementerio local. Lo tétrico de aquel cementerio, era su ubicación en medio del bosque; pero la persona a su cuidado debía ser muy meticulosa, porque lucía bastante bien. Incluso el musgo aquí y allá le daban aires elegantes de antigüedad.
La tumba fue abarrotada de flores, las personas se reunían charlando en cada lugar. Debía concebirle cierto parecido con una fiesta local, lo que despertaba la indignación de las señoras mayores congregadas debajo de la sombra de un enorme árbol.
Rudy y Santiago se mantuvieron junto a mí mientras observábamos la tumba y conversábamos. Entonces Rudy sacó una hoja de papel y leyó un poema que Gabriel había escrito, yo lo recordaba, como todo lo que él hizo. Lo que no era una sorpresa porque yo me había convertido en su jurado oficial, siempre daba el primer veredicto a todo lo que él escribía; y este se limitaba a un asentimiento de cabeza y algunas palabras aprobatorias, aunque internamente me había encantado.
Rudy leyó:
Tal vez tu guía tomó un descanso.
No necesitas de luz para ver.
Todos los caminos son despiadados.
Solo escoge uno y comienza a correr.
Tal vez te espere al final de un puente.
Tal vez decidas dejarme allí de pie.
No te preocupes, tú mantente fuerte.
Sigue avanzando y todo estará bien.
Y si tropiezas, no le des importancia.
Todos se lanzan, y caen y se quiebran.
Porque el final es sobre el número de heridas
Que recibes, que atesoras y recuerdas.
Y el camino a la redención es plano y estable.
Porque nadie quiere ser quien solía ser.
Ignóralo y corre a tierras salvajes.
Promete que solo entonces dejarás de correr.
Yo prometo que serás la estrella en mi cielo.
La más hermosa y distante, y aun así te veré.
Titilando cansada porque estas corriendo.
Tu sigue y mantente donde te pueda ver.
Esta noche la luna esta iluminándome.
Pero tu allí tan alto no me puedes ver.
Sonrío y finjo sostener tu mano.
Sonrío, y entonces comienzo a correr.
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Cartas para ELLA
RomanceAnticipandose a su muerte, Gabriel ha dejado una caja llena de cartas para una persona muy importante en su vida. Dedos, en medio de su dolor por la pérdida de su mejor amigo, queda abatido al descubrir que todas las cartas van dirigidas a Elizabeth...