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Mi hermano estaba en un banco de la cocina cuando llegué a casa, una jarra de chocolate con leche sobre la mesa frente a él. Solo los Darkinso ahogamos nuestras penas con chocolate. Busqué un vaso y me senté junto a él, sirviendo mi trago mientras él decía:
—¿Sabes cómo está?
—Estable.
Él suspiró.
—Debí haberme quedado allí, pero no creo que nadie me quisiera cerca.
Lucía tan abatido y cansado. Estaba bastante seguro de que había estado llorando por mucho tiempo, incluso vi manchas marrones en su pantalón y algunas rojas en su camiseta, pero no tenía el suficiente valor para preguntar cuál había sido su participación en todo el asunto.
—¿Por qué dices eso? Lizie dijo que ustedes han sido amigos desde siempre ¿Por qué no te querrían allí?
Mi hermano comenzó a llorar sobre su antebrazo. Jamás he visto llorar a Rodolfo, nunca, mi padre llora de vez en cuando, pero no mi hermano. Al menos no antes o después del funeral. Por un segundo no supe que hacer, pero luego, cuando sus sollozos se intensificaron, intenté abrazarlo, solo que él terminó abrazándome a mí. Tan fuerte como aquella vez delante de la tumba de Gabriel, solo que ahora nadie intentaba ir a ninguna parte.
—Fue mi culpa —sollozó.
—¿Qué? No, no fue tu culpa.
—Lo fue.
Pensé un momento antes de preguntar:
—¿Por qué dices que fue tu culpa?
Pero entonces él volvió a sollozar desconsoladamente, y yo me sentí impotente. ¿Qué suele hacer la gente mayor en estos casos? ¿Hablar? ¿Fisgonear? No, creo que el término coloquial era chismosear.
—¿Sabes por qué él lo hizo? —dije.
—Tengo una idea, no estoy excusándolo, pero entiendo el por qué.
—¿Qué fue?
Rodolfo cortó nuestro abrazo, enderezándose en su silla y bebiendo el resto de su chocolate. Yo aproveché para beber del mío. Ambos nos limpiamos el bigote café al mismo tiempo.
Él suspiró. Sus siguientes palabras sonaron estranguladas, pero parecían estarlo liberando de un peso enorme. —Dedos —dijo—, Braulio… él… me ama.
—Eso es bueno, es tu mejor amigo, se supone que lo haga.
Rodolfo me miró con cansancio. —Amadeos —dijo—, me refiero a la forma en la que tú te sientes por Lizie.
Mi primera reacción fue gritar que yo no sentía nada por Lizie, luego las palabras tocaron mi mente.
—¿Braulio es gay?
—Sí, no… no sé. Tal vez. Tenía miedo de lo que piense su familia, ya ves que todos son hombres, él pensaba que iban a rechazarlo. Lo que es una tontería, Dedos, ellos pueden ser arrogantes, orgullosos y todos machotes; pero jamás le dan la espalda a ninguno de los suyos. Pero Braulio se sentía tan mal consigo mismo, y yo… como que lo empeoré.
No había manera de que él lo hubiese empeorado, y tampoco era su culpa la drástica decisión que había tomado Braulio. Pero entonces, tal vez hubiese habido algo.
—¿Qué le dijiste? —Eso era lo importante.
Mi hermano sollozó de nuevo.
—¿Estás bromeando? —Su voz se volvió grave, como si imitara a alguien más—. Todas esas veces que dormimos juntos, cuando me vestía y desvestía frente a ti. Pudiste haber dicho algo antes, Braulio. Por cierto, entenderás que no estoy interesado. Dios, me da asco solo de pensarlo. Simplemente hagamos como que esto nunca pasó.
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Cartas para ELLA
RomanceAnticipandose a su muerte, Gabriel ha dejado una caja llena de cartas para una persona muy importante en su vida. Dedos, en medio de su dolor por la pérdida de su mejor amigo, queda abatido al descubrir que todas las cartas van dirigidas a Elizabeth...