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Nada más pasó aquella noche, me desperté solo, hacía horas que había sentido como Mar se deslizaba fuera de la cama; solo había estado abrazada a mí, haciéndome sentir extrañamente mayor, cómo si tuviese la edad suficiente para consolar a alguien, aunque no estaba seguro de que existía una edad para consolar personas; no era algo así como si obtuviésemos una licencia para consolar, ni nada. Después de tener ese tipo de pensamientos me tranquilizaba pensar que aún seguía siendo un simple adolescente inmaduro. De cualquier forma, ella se fue, supongo que tenía miedo de ser descubierta. Margarita tenía dieciocho años, y yo catorce, así que… tal vez su familia pensaría que me corrompía, o algo parecido. Después de todo era la primera vez que besaba a una chica de aquella forma.
Al día siguiente en el entierro, todo mundo estaba presente. Al menos diez veces más personas de las que, estoy seguro, reuniría si yo fuese el difunto. Había una chica en particular que me alegraba que estuviese aquí, no por mí, sino por él. Por Gabriel.
Diablos, amigo, si estuvieses aquí para verla sufrir por tu partida. Después de pensarlo soy consciente de lo horrible que suena, pero es imposible cambiar mis más profundos sentimientos. Sí, soy una horrible persona, ¿y qué?, no es como si alguien fuese a enterarse.
Elizabeth Demetria London von Eckermann, la única chica que siempre deseó Gabriel. Ella era algo así como una reina. Cuando todos éramos niños se había autoproclamado como la reina del jardín de infancia, porque tenía nombre de reina, y era hermosa como una reina debía ser; y nadie en su sano juicio intentó decirle lo contrario. Gabriel, idiotamente, creció siendo uno de sus vasallos y yo crecí tratando de ocultar que, después de descubrirla, también lo era. Ahora estaba sentada en la segunda fila, deseé poder hacerla pararse justo al frente de la tumba, donde estaba seguro de que Gabriel la querría. Ella me miró y su rostro se descompuso.
Maldición, realmente debía tener un mal aspecto.
Fui halado por mi madre a mi silla, quien estaba sentada a un lado de la tumba, seguida de mi padre. Descubrí entonces que mi asiento era el más cercano a Gabriel. Tétrico. Otra breve ceremonia inició, el cura dio su última bendición y un par de hombres se prepararon para dejar caer la urna en el oscuro agujero donde mi mejor amigo reposaría por siempre.
Miré a su madre del otro lado ¿realmente permitiría que esto pasara? ¿Su hijo estaba siendo lanzado a un frio y oscuro hoyo y ella no haría nada para evitarlo? ¿Alguien siquiera le preguntó a él si quería ir allí o si deseaba convertirse en comida para gusanos? Supongo que Gabriel ahora no podía responder a ninguna pregunta, si quiera puede tomar la decisión acerca del lugar donde se pudriría su cuerpo. Hay tantas cosas que mi mejor amigo ya no puede hacer, como graduarse, acostarse con alguien, conocer la playa.
Dios, había tantas cosas que yo mismo no había hecho. ¿Y que si el día siguiente era el último de la tierra? Gabriel odiaría no estar aquí para verlo. Me faltaban tantas cosas por hacer ¿así se sentía él cuando se enteró de que posiblemente moriría? No quería morir, no quería irme dejando una lista de cosas pendientes. Y definitivamente no podía morir sin ver a mi mejor amigo por última vez.
—No lo he visto —susurré.
Mi madre se inclinó para oírme mejor.
—¿Dijiste algo, cariño?
—¡Alto! —grité, la desesperación ahogando mi cordura.
Mi hermano mayor se materializó desde algún lugar, justo cuando yo me levantaba para ir a ver a mi mejor amigo. Rodolfo Junior Darkinso me abrazó capturándome fuertemente entre sus grandes brazos, eso nunca cambiaría, él siempre sería mayor que yo, más grande, siempre me llevaría cuatro años.
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Cartas para ELLA
RomanceAnticipandose a su muerte, Gabriel ha dejado una caja llena de cartas para una persona muy importante en su vida. Dedos, en medio de su dolor por la pérdida de su mejor amigo, queda abatido al descubrir que todas las cartas van dirigidas a Elizabeth...