Gloucester, Inglaterra.
El viaje desde Bath había sido tan agradable como su estancia allí.
Compartir su tiempo con las Austen siempre era enriquecedor. Todavía se reía de las ocurrencias de Jane cuando el carruaje llegó a la Gloucester House, una magnífica construcción georgiana con un gusto exquisito. El jardín inglés que la rodeaba lucía refinado y distinguido con una variedad de flores y plantas geométricas y sofisticadas que dotaban el lugar de una excelsa alegría y clase. Una fuente con la estatua de un ángel con cuerpo de mujer regentaba el terreno circundante, y a través de sus manos alzadas al cielo emanaba agua que creaba un circuito de ríos que alimentaban la fauna de la plazoleta central con gran naturalidad.
A Marinette le encantaba observar esa estatua. La belleza de sus formas, la serenidad del rostro de la mujer, sus alas desplegadas y grandes... Evocaba sentimientos en ella que ni la poesía podía estimular.
La estatua era arte puro, igual que el puente que cruzaba la zona del lago, o el pequeño templo romano que lo rodeaba.
La mansión era de estilo palladiano. Entonces, Inglaterra había decidido que el diseño formal del barroco ya no se estilaba; parte de culpa la tenía la irrupción, no aceptada mayoritariamente, de la cultura francesa. Pero muchos de los aristócratas reformaban sus casas al estilo georgiano inglés mezclándolo, inevitablemente, con las villas y los châteaux franceses. El duque de Gloucester era uno de los que había iniciado dicha reforma y su mansión era admirada por toda la burguesía y la aristocracia.
Marinette bajó del carruaje y se alzó la esclavina del abrigo de viaje Spencer. Sonrió al observar su casa y decidió que haría las paces con su padre. La discusión de hacía dos días todavía pesaba en su conciencia.
Ella era patriota. Era inglesa. Y amaba a los hombres, sobre todo a su padre y a Adrien. Eso debía quedar claro entre ellos.
Su padre tal vez no la comprendiera nunca, pero no había duda de algo: se alegraría muchísimo al saber que Adrien Agreste Shame, por fin, le había pedido que se casara con ella.
Su sonrisa se amplió. ¡Se iba a casar! ¡Ella! Nunca se imaginó que algo tan idealizado y sobrevalorado como el matrimonio pudiera hacerla tan feliz. Pero así era. Le encantaba saber que iba a ser la mujer del hombre que amaba. Y sabía que los dos formarían una excelente pareja, porque Adrien creía en ella. Porque era el único hombre que la comprendía y porque no le impediría estudiar medicina, aunque fuera en privado; ni tampoco la coartaría de opinar sobre asuntos de política. Dejaría que ella siempre diera su opinión porque juntos podían hablar de muchas cosas, discutir y valorar las opiniones del otro.
Se sentía ridícula, absurda y tontamente enamorada... ¡Pero era tan feliz!
Esperó a que los lacayos salieran a recibirla y se extrañó de que no lo hicieran.
¿Acaso no habían oído los cascos de los caballos?
—David —le pidió al cochero—, ¿puedes cargar mi equipaje? —Ella nunca mandaba. Siempre pedía las cosas con educación. Lo de ser imperativa con el servicio no lo llevaba bien.
—Por supuesto, señorita —acató el cochero, que precedió el paso ligero y feliz de su señora, cargando sendas bolsas de viaje.
La puerta de la entrada se abrió, pero no era un miembro del servicio quien lo hizo. Esperó a encontrarse a Richard, el mayordomo; o a la señora Evans, el ama de llaves, que la recibiría con un tierno abrazo. Ni siquiera estaba Jeremy, el mozo de cuadras.
Quien le abrió la puerta fue uno de los miembros de la guardia del rey acompañado de Lê Chiến Kim, el magistrado jefe del Gobierno.
Kim tenía el pelo muy corto y castaño, y los ojos pequeños y claros. Vestía de negro, con camisa blanca y un extraño bombín.
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Panthers (Adrinette)
FanfictionSummary: La historia de un amor truncado por una traición y de una venganza tramada por cuatro mujeres feroces, bellas e inteligentes como panteras. El desamor es el peor zarpazo que puede darte la vida... ¿Qué le queda a una mujer cuando la acusan...