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—¡Hakan! —gritó Marinette al llegar por la noche a Panther House. Se dirigió a una de las casetas en las que vivían él y Nino, y abrió la puerta sin preguntar si podía o no podía entrar—. ¡Hakan!

El rechoncho hombre de piel morena y entrecejo permanentemente fruncido salió de su habitación y corrió a ver qué le sucedía a la señorita Marinette.

—¿Qué le pasa? ¿Por qué ha vuelto tan pronto? —preguntó el turco sosteniendo un farolillo en sus manos. Su pijama a rayas azules dejaba bastante que desear, pero aquel era un detalle que Marinette obviaría, pues había algo mucho más importante que decirle.

El egipcio salió de la habitación colindante y frotó sus ojos sorprendido por la repentina irrupción.

—¿Qué ha sucedido? ¿Y Alya? —preguntó alarmado.

—Alya y Chloé se han quedado con la vizcondesa Pettyfer en Swindon — explicó Marinette pacientemente, intentando tranquilizarles—. Yo he tenido que irme antes de lo previsto.

—¿Por qué? —preguntó Hakan, peinándose los pelos negros como el carbón con los dedos.

—Porque debéis incluir esta información antes de que salga el nuevo boletín.

—¿Qué información?

A Marinette poco le importó decirles lo que sabía sobre la tal Bridgette y Félix, del Circo Esperanza. Si Adrien se lo había dicho en confidencia o no, tampoco era algo que le preocupara; solo la verdad, y el modo más fácil, directo y corto de darla a conocer.

Tampoco valoró si le convenía o no que aquellos datos tan importantes se introdujeran en el relato de Bridgette, pero Marinette quería acabar con eso lo antes posible. Estaba harta de su papel y cansada de las intrigas. Temía ceder con Adrien y con su padre, porque si se esfumaba el rencor acumulado, ¿qué le quedaba? No podían arrebatarle lo único que le había dado sentido a su vida durante los últimos cinco años, porque si esa rabia y esa inquina desaparecían, ¿a qué se agarraría? ¿Qué quedaría de ella?

—Señorita Marinette —le informó Hakan—. Esta mañana ha venido un inspector llamado Couffaine a la editorial. La policía estaba haciendo una redada en todos los edificios, buscando el origen del Ladies Times.

Marinette frunció el ceño.

—Pero no han encontrado nada, ¿verdad?

—No. Hicimos lo que usted nos sugirió. Hemos preparado las planchas de la primera planta para reimprimir los libros de Mary Wollstonecraft y Mary Astell. Le hemos dicho que la irrupción de la gaceta femenina nos dio la idea de crear una editorial para publicar libros de pensamiento liberal y feminista, y que es de la misma empresa que tenemos en América. Couffaine dijo que Lê Chiến Kim ha ordenado detener la impresión de la gaceta y encarcelar a sus dueños —comentó un tanto nervioso—. Y que si sabíamos quiénes eran y no lo decíamos, seríamos cómplices de un delito contra el orden público.

Nino dio un paso al frente.

—¿Alya está con Vincent? —Sus ojos esperaban una respuesta afirmativa, y la tuvieron.

—Vincent está muy encima de Alya, sí —aclaró ella—. Y digamos que Alya... no le ignora.

Los ojos de Nino se oscurecieron de indignación, y como un vendaval malhumorado, entró a su habitación y cerró la puerta de un portazo.

—Hakan —ordenó Marinette, lamentando el berrinche del hermoso egipcio—. Prepáralo todo para que la gaceta salga pasado mañana.

—Pero... no tenemos las ilustraciones... —Se frotó la perilla negra—. ¿La señorita Chloé llegará a tiempo para facilitármelas?

Panthers (Adrinette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora